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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Crisis de liderazgo

El momento exige un líder que explique a dónde vamos, cuál es el camino, cuáles las dificultades y qué habrá en la meta

Lo repitió anteayer el presidente del Parlamento Europeo, el socialista alemán Martin Schulz, en el curso de las diversas comparecencias públicas o semipúblicas que marcaron su estancia barcelonesa: en Europa “falta valor” para adoptar decisiones atrevidas, y a Europa le falta liderazgo, un liderazgo concreto, distinguible y potente que no está en ningún caso al alcance de los aparatos burocráticos y administrativos anónimos de la UE, ni de los organismos a veintisiete voces que se reúnen tan a menudo en Bruselas.

No puedo estar más de acuerdo. Ante un escenario económico y social que —pese a las evidentes diferencias— lleva a pensar en la Gran Depresión norteamericana de la década de 1930, se echan dramáticamente de menos uno o varios políticos del fuste de Franklin Delano Roosevelt. Al citar a FDR no aludo a las políticas keynesianas del New Deal, aunque tal vez dentro de poco resultarán más juiciosas e inspiradoras de lo que parecían hace uno o dos años. Me refiero a la capacidad de aquel patricio de Nueva Inglaterra para mostrar empatía hacia los obreros en paro, hacia aquellos granjeros errantes, desahuciados de sus tierras, que describió John Steinbeck en Las uvas de la ira. Me refiero a su destreza comunicativa para insuflar moral y ofrecer esperanza a una nación asustada y perpleja, no solo en su célebre discurso inaugural (“lo único que debemos temer es el propio miedo”), sino, a lo largo de los años siguientes —mientras la crisis estaba lejos de ser vencida— mediante las fireside chats, las charlas radiofónicas por medio de las cuales, cada semana, el inquilino de la Casa Blanca explicaba pedagógicamente a sus compatriotas los progresos y los obstáculos en la lucha contra la recesión.

“Se trata de un momento relevante para decir la verdad, toda la verdad, con franqueza y audacia”, comenzó Franklin Roosevelt su discurso de toma de posesión en un Washington gélido y al borde de la revuelta, el 4 de marzo de 1933. Y bien, ¿qué líder europeo ha dicho la verdad, toda la verdad, desde que comenzó la actual crisis? ¿Rodríguez Zapatero, el de los brotes verdes? ¿Mariano Rajoy, con sus promesas imposibles de cumplir y sus tergiversaciones? ¿Nicolas Sarkozy, brillante estrella de la Comédie Française…?

Discrepo profundamente de esa moda reciente que consiste en echar la culpa de todos nuestros males a la canciller Angela Merkel, ironizar sobre el Cuarto Reich y comparar la hegemonía germana dentro de la UE con la que impusieron siete décadas atrás las Panzerdivisionen de Hitler. Sin embargo, me parece evidente que la señora Merkel —por perfil personal, por ser la jefa del Gobierno alemán y porque la historia pesa mucho— no se halla en condiciones de asumir el liderazgo político y moral (antes moral que político) que a la Unión Europea, que a los europeos nos urge tener.

Tal vez sería lógico buscar ese liderazgo en el vértice de las instituciones de la Unión, pero el panorama en Bruselas no resulta muy halagüeño. ¿José Manuel Durão Barroso, el escurridizo y camaleónico presidente de la Comisión Europea? ¿Herman Van Rompuy, el presidente del Consejo Europeo, anodino hasta la invisibilidad? Con franqueza, no me imagino a ninguno de los dos galvanizando a millones de europeos angustiados por su futuro. No los veo explicándonos de manera comprensible a dónde vamos, cuál es el camino, qué dificultades es preciso superar y qué encontraremos al llegar a la meta. Pero lo que las circunstancias exigen es justamente eso, o sea, todo lo contrario de lo que practica Rajoy: el silencio, la tautología (“hacemos lo que tenemos que hacer”) y alguna sorpresa en cada consejo de ministros.

Llegados a este punto, creo adivinar lo que están pensando un buen número de lectores: esto se arreglará pasado mañana, cuando François Hollande gane las presidenciales francesas. Ojalá, pero albergo enormes dudas de que Hollande alias flanby, un apparatchik gris y sin carisma ni experiencia alguna de gobierno, pudiera ser el Franklin Roosevelt que Europa necesita.

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Joan B. Culla i Clarà es historiador.

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