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La pulsión de la codicia, en novela

El escritor bilbaíno Pedro Ugarte presenta en Valencia 'El país del dinero' Su último libro ganó el V premio Logroño de Novela, dotado con 45.000 euros

El escritor Pedro Ugarte presenta en valencia 'El país del dinero', premio Logroño de Novela.
El escritor Pedro Ugarte presenta en valencia 'El país del dinero', premio Logroño de Novela.Luis Alberto García

Si dijéramos que esta es una novela sobre la época actual con final feliz, mucha gente correría despavorida. Sin embargo, el optimismo que Pedro Ugarte (Bilbao, 1963) ha querido imprimir en El país del dinero (Algaida, 2012), libro por el que recibió el V premio Logroño de Novela, no se debe al almíbar emocional sino al instinto de supervivencia inherente del ser humano: "Quería señalar que todo lo que ha pasado en este país acabará bien de algún modo, aunque siempre hay una parte de tragedia", apunta.

No solo eso. Pedro Ugarte empezó a escribir esta historia antes de que todo ocurriese. "La tesis de la novela es cómo influye el dinero en las relaciones personales. Hay aspectos de crítica social o de perspectiva irónica a la hora de ver a ciertas personas, pero lo que más me interesaba era desentrañar cómo juega el dinero en las relaciones personales de todo tipo: amistosa, familiar o sexual", insiste. En la trama, constituida por tres personajes de distinto rango económico, tienen un papel destacado no solo las condiciones sociales sino las localizaciones, también marcadas por este poderoso caballero.

"La idea era ver cómo condiciona el dinero las relaciones humanas"

Parte de este terno amistoso y sentimental transcurre en una ciudad muy parecida al Bilbao natal del escritor, donde las márgenes de un río delimitan el acceso a una posición social. Algunos pasajes nos transportan a las islas Canarias, lugar turístico por excelencia y reflejo, uno más, de la especulación inmobiliaria: "En la costa los efectos son más redimibles porque la belleza siempre va a sacar adelante ciertas cosas. La costa siempre tiene un embrujo especial", explica.

Estos tres personajes, Jorge, Simón y Sharon (un nombre anglosajón que "desde el punto de vista de muchas clases altas, se puede ver con cierto desprecio porque hubo un tiempo en que este tipo de nombres sofisticados eran un prurito social de llegar a otro sitio") pelean contra el impulso humano de poseer más y, a la vez, urden el tejido de sus relaciones. Desde una amistad subordinada hasta una aventura sexual que se transforma en idilio: "El sexo es un espejo de la codicia. El ansia de poseer al otro y de pedir más es la metáfora que se resuelve con una perversión, con una práctica sexual extravagante que se equipara con la política", expresa Ugarte.

El autor cree que la crisis pasará, pero el corazón humano no cambiará
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El trasfondo económico y las aspiraciones humanas consiguen que esta novela fluya armónicamente entre el naturalismo y lo trágico: "Las condiciones económicas influyen más que lo que el discurso políticamente correcto podría reconocer", señala el escritor, "el dinero puede comprar lo más caro de todo, que no son chalés, palacios o coches. Lo más caro es el tiempo. Y mucha gente lo tiene: tú estás trabajando para alguien que está despojándote de tu vida", agrega.

"La situación de crisis ha dado una escenario muy teatral. Ha proporcionado que el dinero fuera mucho más importante en la vida de las personas y que cambiara su forma de ser", remarca el finalista del premio Herralde de Novela por Los cuerpos de las nadadoras, "pero no creo que en estos años la gente haya sido más codiciosa que 200 años antes, lo que pasa es que ha habido unas condiciones económicas que han permitido que eso subiera de forma vertiginosa y se desplomara a la vez".

Este admirador de Ignacio Aldecoa, "entre muchos otros", asegura que "tarde o temprano esto se va a resolver, aunque no haya nada en los medios que lo haga pensar". "Lo que no va a haber es una transformación del corazón humano. Personas concretas van a extraer enseñanzas, pero la evolución de la sociedad, a estos efectos, va a ser la misma. Seguro que el sentimiento de codicia ya estaba en los prehistóricos, aunque fuese por un hueso".

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