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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¡Alto!, ¡el petróleo o la vida!

Cristina Fernández ha jugado mal; pero todos estamos, en este tema energético, viviendo peligrosamente…

Así, como en los atracos de novela, ha recuperado el Gobierno argentino los yacimientos de Repsol-YPF. La acción, mezcla extraña de nacionalización parcial, expropiación y golpe de mano, ha tenido repercusiones importantes en la opinión pública española y también, aunque menos, en la internacional. Nacionalizar supone normalmente que, por motivos de interés “nacional”, se convierte en pública una empresa. En este caso, se mantiene su naturaleza y el Estado se incauta de forma no negociada de una parte de las acciones, permitiendo la continuidad de los otros socios privados argentinos y norteamericanos. Huele mal y hace pensar que hay más motivos. Se ha puesto en evidencia la falta de seriedad del Gobierno argentino, que se ha saltado la seguridad jurídica del país, y se ha visto la poca capacidad de las autoridades españolas para defender los intereses de nuestros inversores. ¿Hubiera sucedido lo mismo con una empresa propiedad de inversores estadounidenses, chinos, o europeos? ¡Por desgracia, esta Europa unida de la que tanto hablamos sigue estando muy lejos!

Al margen de estos aspectos desgraciados, deseo que el golpe sirva para aumentar nuestra conciencia de que, con relación a la energía, los países europeos estamos en peligro cercano sin querer aceptarlo. No hago una larga explicación; me limitaré a dar algunos datos para reflexionar. Los extraigo de los escenarios que, para 2035, publica en su World Energy Outlook la Agencia Internacional de la Energía. Depende de la ONU y, por tanto, es poco sospechosa de demagogia.

1. Prevé, debido sobre todo a los países emergentes, un crecimiento de la población mundial de 1.700 millones de personas y un crecimiento del PIB mundial del 3,5% anual. El número total de automóviles pasará de 900 millones a 1.700 (es decir, casi el doble) y, a pesar del gran aumento de la eficiencia de los motores, el consumo pasará de 87 a 99 millones de barriles diarios. El 90% del aumento de población y de consumo energético ocurrirá en países de fuera de la OCDE. China consumirá un 70% más de energía que los EE UU.

2. En sus previsiones de precio juegan sobre todo tres factores: nuevos recursos, más consumidores y mayor coste de extracción. Aunque se han ido descubriendo nuevas reservas (sobre todo de gas), transformarlas en combustible es mucho más difícil y exige unas inversiones gigantescas. No es igual de sencillo extraerlo de una bolsa en la que están en forma líquida o gaseosa, que hacerlo a partir de piedras porosas (llenas de gas o empapadas de petróleo) que hay que romper una a una para liberarlo. Una parte importante de las nuevas reservas son de este tipo. Tanto por el aumento de demanda como por los crecientes costes de producción, el precio del barril se situará por encima de los 200 dólares.

3. La mayoría de las escasas reservas existentes en Europa han entrado en la fase de rendimientos decrecientes y la UE aumenta su dependencia del norte de África y sobre todo del gas de Rusia, país que se va a convertir en “el pilar de la economía mundial de la energía en las próximas décadas”. A los precios actuales España ya tiene un déficit exterior en productos energéticos equivalente a todos sus ingresos derivados del turismo. ¿Cómo nos afectaran las subidas previstas?

4. En el año 2011 hemos vivido tres situaciones preocupantes, que inciden en nuestro futuro energético: la desestabilización de los países del norte de África y la zona árabe, el desastre de la nuclear de Fukushima Daiichi y el récord histórico de emisiones de CO<MD->2<MD>. Todos ponen en cuestión la continuidad del modelo energético actual. Son necesarios escenarios mucho más valientes de eficiencia, sobre todo en el sector del transporte, ya que es donde es más difícil encontrar energías alternativas que sustituyan al petróleo.

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5. El Energy Outlook contiene una frase rotunda: “La contribución más importante a la consecución de la seguridad energética y a los objetivos climáticos proviene, en realidad, de aquella energía que no consumimos”. Es decir, aclaro yo, del ahorro, de la reducción del despilfarro y de la mejora de la eficiencia en los procesos de transformación y consumo, para lo que son necesarios progresos tecnológicos y, sobre todo, cambios de comportamiento, pero también decisiones políticas y de precios.

Cristina Fernández ha jugado mal; pero todos estamos, en este tema energético, viviendo peligrosamente…

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