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Josep Maria Berenguer, el cómic antisistema

El editor, que tenía 67 años, convirtió el cómic 'underground' español en parte de la cultura popular

Josep Maria Berenguer.
Josep Maria Berenguer.TONI GARRIGA (EFE)

Josep Maria Berenguer, el editor que sacó de los márgenes al cómic underground español para convertirlo en parte de la cultura popular —además de en un éxito comercial y un trampolín para los dibujantes— creando en 1979 la famosa revista El Víbora, falleció el 23 de abril en Barcelona a los 67 años a causa de un cáncer.

Hombre de mundo y amante de la buena vida, nació en la capital catalana en 1944, estudió Bellas Artes en Estocolmo y trabajó como fotógrafo e ilustrador de cubiertas de discos y libros antes de fundar en 1979, con la ayuda del también editor y dibujante Josep Toutain, Ediciones La Cúpula, desde la que lanzó El Víbora, para la que llamó a una serie de dibujantes que se habían ido formando a lo largo de la década de los setenta en publicaciones míticas como El Rrollo Enmascarado o revistas contraculturales como Star.

El Víbora optó desde el primer momento por el cómic de provocación, sucio, antisistema, frente a otras propuestas de aquel momento como la llamada “línea clara”, de temática más literaria, que representaba Cairo o el género de la ciencia ficción de publicaciones como 1984. La apuesta de Berenguer tuvo un éxito rotundo. El Víbora se coló en la sociedad española haciéndose un hueco en la cultura popular y llegó a superar una tirada de 42.000 ejemplares al mes a mediados de la década de los ochenta.

Por las páginas de la revista pasaron autores ahora consagrados como Mariscal, Nazario, Montesol, Martí, Alfredo Pons, Mediavilla, Max —de quien La Cúpula editó sus obras completas— o Miguel Gallardo, que se llevó a El Víbora, su Makoki, nacido en Disco Expres, otra publicación de referencia de los años setenta.

Junto a los dibujantes españoles, Berenguer publicó a prácticamente la totalidad de los autores del canon internacional del cómic underground, empezando por Robert Crumb o Gilbert Shelton y pasando por Martin Veyron, René Petillon, Art Spiegelman, Peter Bagge, Charles Burns, o los hermanos Mario, Beto y Jaime Hernández. De su ambición da idea el hecho de que incluso Pedro Almodóvar llegó a publicar con él una fotonovela.

Javier Mariscal recordaba ayer el nacimiento de la revista y cómo Berenguer “buscó hacer un grupo lo más amplio posible, con gente muy diversa”. Una labor nada fácil, porque aquella tribu de hirsutos dibujantes no eran precisamente un ejemplo de formalidad, estaban aún lejos de haberse profesionalizado y andaban siempre sin blanca y pidiendo adelantos. “Fue un gran equilibrista entre lo posible y la locura de unos jóvenes artistas, en un momento en España en el que el cómic no se tenía en cuenta como ahora”, recuerda el padre de Cobi.

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Gallardo, por su parte, incide en la condición de Berenguer de “aglutinador de toda una generación de dibujantes de diferentes escuelas españolas, de Cataluña, Madrid y Valencia”, a los que proporcionó una plataforma desde la que pudieron convertirse en profesionales.

Joan Navarro, que dirigía Cairo —la competencia, lo que no le impidió mantener una gran amistad con Berenguer—, lo definía ayer como un hombre honesto, “sin pelos en la lengua, capaz de meterle el dedo en el ojo a quien le resultara molesto”; lo que añadía un cierto halo mítico a quienes no le conocían.

La última década del pasado siglo, El Víbora comenzó un lento declive, hasta que desapareció en enero de 2005, tras haber alcanzado un total de 300 números.

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