_
_
_
_
_
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Griñán, otra vez líder

Sus primeros pasos deberían ser fáciles: poner en marcha las reformas en la administración y la reducción del organigrama político que prometió hace justo tres años

La primera vez que fue líder José Antonio Griñán, tras sustituir a Manuel Chaves en la presidencia de la Junta en 2009, les hizo dos encargos a los consejeros de su primer ejecutivo. Uno fue el de reducir el número de altos cargos de la administración. El otro, que a la hora de formar equipo primasen el mérito, la capacidad y la profesionalidad sin pensar si tenían o no el carné del PSOE. Griñán pidió a los suyos rodearse de los mejores, sin fijarse en si la elección le iba a gustar o no al partido. Aseguran que aquellas palabras no se habían escuchado nunca antes en un Consejo de Gobierno y que, además, estuvieron precedidas de otras, igual de novedosas, proclamadas en su sesión de investidura: el compromiso de que determinados puestos políticos que hasta entonces eran nombrados por el Gobierno fueran ocupados por funcionarios de carrera. La propuesta se encontró con el rechazo frontal de las poderosas agrupaciones del PSOE en cada provincia y esa fue una de las principales razones que esgrimió Griñán para reclamar el poder en el PSOE: un cambio de ese calado en la administración era inviable sin tener el control del partido.

La segunda vez que fue líder Griñán, tras ser elegido secretario general del PSOE-A con el respaldo del 99,8% de los delegados, planteó a su nueva ejecutiva un encargo similar al que había hecho a los miembros de su primer Gobierno. Pidió un partido donde primara el mérito y la capacidad para poder "contar con los mejores" y poder acercarse a una Andalucía más "formada", "urbana" y "cosmopolita" que se estaba alejando de esta formación política. Hizo, además, una advertencia sobre el tradicional modelo territorial del PSOE andaluz: "Equilibrio sí, que no quiere decir un mero reparto".

En el PSOE, los liderazgos no se ganan en los congresos, sino en las urnas. Así iniciaba Lourdes Lucio el perfil de Griñán la noche que logró mantener el bastión socialista en Andalucía a pesar de la pérdida de nueve diputados. El titular de la crónica no podía ser más contundente: "Grinán ya es líder del PSOE". O lo que es lo mismo, a partir de este momento no hay excusas para acometer lo que prometió en su primera sesión de investidura como presidente hace tres años y en su elección como secretario general del PSOE-A, hace dos. En el caso de la Junta, su compromiso de premiar los méritos sobre el carné en la designación de los cargos públicos y su promesa de adelgazar una administración excesiva, obsoleta y costosa cuyo organigrama en cada provincia Grinán anunció que reduciría a la mitad.

En el caso del partido, abrir las ventanas de una organización donde la desafección alcanza ya a su propia militancia, harta de una cúpula dirigente cosida al sillón de su ejecutiva y donde la lealtad partidista está por encima del compromiso con las ideas. El PSOE andaluz que va a mantener el Gobierno en la Junta es el mismo partido socialista que, cinco minutos antes del recuento en la noche electoral, estaba al borde del precipicio y preparado para la demolición interna. Esta organización no ha mejorado en nada tras los comicios. Lo único que ha mejorado es la situación de sus principales dirigentes.

Griñán, cuando sea investido de nuevo presidente, se enfrentará a una legislatura complicada en lo económico, difícil en lo social y endiablada en lo político, pero sus primeros pasos deberían ser fáciles: poner en marcha las reformas en la administración y la reducción del organigrama político que prometió hace justo tres años. Sería inadmisible que la excusa para no hacerlo, la tercera vez que es líder, fuese ahora los compromisos que tenga que asumir en un pacto con Izquierda Unida. En cuanto a su responsabilidad al frente del PSOE-A, la solución la dijo él mismo hace dos años: contar siempre con los mejores, que no tienen porqué coincidir con lo más leales. En definitiva, hacer coincidir las palabras con los hechos.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_