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GASTRONOMÍA | CON MUCHO GUSTO

El 'catering' del adiós

Una mirada llena de humor negro sobre una siniestra experiencia gastrofuneraria

Rosa Rivas

Ahora puedo recordar con humor (negro, al estilo de la revista La Codorniz) pero no con distancia una experiencia siniestra: la responsable de marketing de una empresa funeraria madrileña llamó a la puerta de la habitación del hospital –qué olfato, a los pocos minutos del último aliento- para recomendar un tanatorio con “un catering estupendo”. Creí que mi padre resucitaría en ese momento para mandarle con su ironía castiza “a freír espárragos”. Ya bastante le habían torturado tras las dosis de suero con una “dieta blanda” no apta para estómagos sensibles.

La susodicha embajadora del estupendo catering y de “la calidad de un tanatorio privado” me miró con displicencia cuando le dije que había escogido como velatorio un lugar estratégico para la familia y amigos aunque gastronómicamente minimalista, sin que camareros también estupendos nos dejaran viandas. “Ya nos encargamos nosotros de la comida”, reivindicó una buena amiga de la familia, y gran cocinera. Efectivamente, por la suerte de vivir (y morir) en un entorno gourmet, no faltaron los tentempiés y las bebidas saludables en el velatorio de mi padre. Hasta surgieron ideas de negocio (podía imaginarle sonriendo, “¡qué cosas tenéis!”): ¿Y si montamos una empresa de “catering del adiós” vestidos como la Familia Addams o los Monsters? ¿Y si organizamos velorios como en las películas de Woody Allen, en las que las familias judías comen, lloran y los familiares enemistados se rencuentran o los examantes se enrollan en la habitación de los huéspedes? ¿Y si montamos altarcitos con la comida que le gustaba al difunto como en las ceremonias asiáticas y mexicanas?

Efectivamente, papá, la de cosas que se nos ocurrían de gastronomía funeraria. Y también pensamos en un surtido de bocadillos para los enterradores. Los que se estaban comiendo los operarios del cementerio mientras recogimos las cenizas y nos perdimos por esa ciudad de las almas que es La Almudena no tenían muy buena pinta.

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Sobre la firma

Rosa Rivas
Periodista vinculada a EL PAÍS desde 1981. Premio Nacional de Gastronomía 2010. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense. Master en Periodismo Audiovisual por Boston University gracias a una Beca Fulbright. Autora del libro 'Felicidad. Carme Ruscalleda'. Ha colaborado con RTVE, Canal +, CBS Boston y FoolMagazine.

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