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Renovar un mercado de barrio, versión Lavapiés

Una veintena de proyectos alternativos frenan la agonía de los puestos de San Fernando Comida vegetariana o artesanía ecológica convivirán con pescaderías o bares de toda la vida

Marisa, dueña de una mercería, con su madre.
Marisa, dueña de una mercería, con su madre.BERNARDO PÉREZ

Una esquina cualquiera del Mercado de San Fernando, en Lavapiés. A un lado, el Bar Barroso, un establecimiento abierto desde que se inauguró la plaza de abastos, en la década de 1940. Al otro, La Repera, una nueva frutería ecológica. De un lado, Cecilio Barroso y su esposa Victoria Jiménez, atendiendo a la clientela mientras preparan su puchero y ricas tortillas. Del otro, “unas chicas que [en línea con su negocio] son la alegría de la huerta”, según sus próximos vecinos de negocio. Es el futuro cercano del Mercado de San Fernando, en el que están rehabilitándose 20 puestos que se sumarán a los 35 abiertos ahora. Tradición y alternativismo en un mismo espacio y con igual objetivo: dar alas al comercio tradicional.

No es el primer intento de reinvención del mercado del número 41 de la calle Embajadores. Van dos más desde que el Ayuntamiento aprobó el Plan de Innovación y Transformación de los Mercados en 2003. El primero, en torno a 2005, fue un proyecto de modernización completa que a última hora se quedó sin financiación. Después, en 2008, el grupo comercial Eroski se interesó por el espacio para abrir una mediana superficie. Ya con parte del dinero invertido y una subvención municipal concedida, la empresa se echó atrás. Y casi propinó un golpe de gracia al mercado, donde de los 200 puestos iniciales se andaba por debajo del medio centenar, muchos esperando una indemnización para marcharse. Hasta ahora.

Vista de la plaza central del Mercado de San Fernando.
Vista de la plaza central del Mercado de San Fernando.BERNARDO PÉREZ

Ahora hay lista de espera para los locales. Hay 55, de los que 20 están renovándose y esperan abrir en los próximos meses. Con dos particularidades llamativas: la simultaneidad y la originalidad de los negocios planteados. Una tienda-bar de cervezas artesanales. Un puesto de comida vegetariana. Quesos artesanales. Vino a granel. Artesanía ecológica. Libros de segunda mano. Un estudio de arquitectura sostenible. ¿Coincidencia? El presidente de la Asociación de Comerciantes del Mercado de San Fernando Manuel Flores, lo vincula al “boca a boca”.

Parte de los nuevos comerciantes de San Fernando se conocían previamente. Pero cada uno llegó por una cosa. Por un amigo. Por las jornadas de la Plataforma en Defensa de los Mercados de Abastos celebradas hace unos meses en La Tabacalera, en las que se abría la posibilidad de montar este tipo de negocio. Por ganas, por necesidad de montar un negocio. Por la rebaja del precio de los alquileres (depende del tamaño del local, pero uno medio puede costar unos 300 euros mensuales).

Dentro de su plan de renovación de los mercados, fuentes municipales afirman que el Ayuntamiento –propietario del edificio– está encantado con la iniciativa y la apoya de manera contundente. Para demostrarlo, recuerdan que los comerciantes tienen a su disposición subvenciones por el 30% del coste de las obras de rehabilitación de los locales, incluido un restaurante previsto en la planta de arriba. Y también podrá extenderse a la renovación de los espacios comunes, que la Asociación de Comerciantes de San Fernando, que gestiona el espacio, pretende acometer en el plazo aproximado de un año.

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Entusiasmo de novatos y veteranos

Pero aun más encantados se muestran los comerciantes que llegan. Y los que ya están. Entre los primeros, Javi, un albañil de 25 años volcado en la renovación del local de 30 metros cuadrados y 4,30 de altura que ocupará el estudio de arquitectura que va a montar con una decena de compañeros. Explica sus planes para renovarlo –sacar partido a los “preciosos ventanales”, utilizar acabados tradicionales como el yeso o la escayola…– y ante la previsión de que quedará bien, responde, en medio del caos de la obra: “Ya es bonito, a su manera”. Con el mismo entusiasmo, Javi añade que el negocio tendrá un parte comercial, de proyectos de construcción sostenible, y otra más social, pendiente de los casos de acoso a vecinos de barrio por parte de constructoras ávidas de hacerse con sus edificios.

Una joven trabaja en la futura tienda de artesanía.
Una joven trabaja en la futura tienda de artesanía.BERNARDO PÉREZ

Entre los que comparten la ilusión de Javi, aunque su negocio con decenas de años no vaya a cambiar, está Emilio, de 57 años y dueño de la pescadería homónima. “A mí me va bien, el mercado ha tenido etapas mejores y peores, pero yo no me quejo, aunque sí que estoy ilusionado con que esto evolucione”. Con humor propone a una clienta indecisa que se lleve “un kilo de cada cosa”. Al tiempo escucha sus últimas cuitas con contenedores y vecinos. Es un extra difícil de encontrar en una gran superficie.

También hay casos intermedios entre los de toda la vida y los recién llegados, como Marisa, que hace unos meses montó una mercería. A sus 60 años y vecina de siempre del barrio, hasta de la misma calle (Rodas), lejos de pensar en la jubilación y “harta de coser en casa” montó una mercería. Sus hijos no se lo creían, pero pronto le ayudaron. Su madre, de unos envidiables 84 años, le acompaña en el puesto mientras hace crucigramas y termina sus frases cuando ambas expresan su felicidad de trabajar en el mercado. Y su esperanza de que mejorará con los nuevos negocios. Solo por conocerlas merece la pena pasarse por el mercado. Por ver cómo la tradición tiene un punto alternativo.

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