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OPINIÓN

Lesbos y las fusiones

Dinamarca unió sus más de 1.300 municipios en solo 275. Inglaterra, sus más de 1.200 en 330

La isla griega de Lesbos es, muy probablemente, el territorio más oriental en el que el euro circula como moneda oficial. La isla, tras la imposición por la Unión Europea de un muy severo plan de ajuste de sus cuentas públicas, ha fusionado el pasado año los 13 municipios en que se subdividía en uno solo, que ahora presta sus servicios a las aproximadamente 90.000 personas que habitan sus más de 2.100 kilómetros cuadrados. Actualmente, tras la aplicación de las reformas Kallikatris, Grecia se subdivide en 325 municipios. La reforma actual fue impuesta por la Unión Europea, pero Grecia ya había acometido de forma voluntaria un importante proceso de fusiones municipales en la década de los noventa (con el Plan Capodistrias), por cierto, por iniciativa de un gobierno socialista, pasando de los casi 6.000 que existían a finales de los años 90 a poco menos de 1.000. No se diferenció mucho en ello de lo realizado en otros países europeos desde los años 60 del siglo pasado. Por señalar solo dos de ellos en los que la Administración local tiene un peso especial, pues gestiona más de una cuarta parte del gasto público total (en España apenas llega a la octava parte): en el Reino Unido, Inglaterra pasó de más de 1200 a 330, y Escocia de más de 400 a 65; y Dinamarca fusionó sus más de 1300 municipios en 275.

Es cierto que en cada país las competencias asumidas por los poderes locales son diferentes, y que la existencia o no de otro nivel de poder territorial intermedio entre lo local y lo estatal (en España lo autonómico) condiciona tanto la capacidad de asumir más competencias como la propiamente financiera. Pero resulta muy evidente que en el conjunto de la Europa democrática, desde hace más de medio siglo, e incluso en aquellos países en los que la autonomía local está más arraigada, se ha buscado y conseguido la adecuación de la estructura territorial del poder local a las nuevas realidades: profundos cambios socioeconómicos (la terciarización del trabajo y el abandono del sector primario), demográficos, en las infraestructuras de todo tipo, y en las demandas de servicios por parte de la ciudadanía.

España, y por ello también Galicia, permanecieron relativamente ajenas a estas reformas de la Administración local. Las escasas operaciones experimentadas desde el siglo XIX se explican por el crecimiento de algunas ciudades que absorben municipios limítrofes, o por cuitas históricas que rematan con procesos de segregación. El debate, sin embargo, no debería ser rehuido. Y, en este sentido, resulta alentador saber que en Galicia hemos comenzado a dar los primeros pasos en la buena dirección. En el recientemente celebrado Debate del Estado de la Autonomía, populares y socialistas (los nacionalistas se anclaron en sus tesis maximalistas) nos hemos puesto de acuerdo en el apoyo a cinco propuestas de resolución en materia de Administración local. En la primera, los dos grupos mayoritarios acordamos apoyar todos los procesos de fusión que voluntariamente se planteen desde los municipios. En la segunda, poner en marcha un marco de incentivos para la prestación conjunta de servicios locales. En la tercera, y siguiendo la antigua y útil práctica parlamentaria de encargar libros blancos, para crear un comité de expertos nombrados por los propios grupos parlamentarios, la Xunta, y los poderes locales, que elabore un informe sobre los costes y beneficios de las posibles formas alternativas de organizar la Administración local gallega. La cuarta, para facilitar la transferencia de funciones y recursos desde todas las Administraciones hacia las áreas metropolitanas que se constituyan (y la de Vigo está bien próxima). Y la quinta, para dirigirse al Estado para que cuando acometa la reforma de la legislación básica local se reoriente el trabajo de las diputaciones a la atención preferente de las necesidades de los municipios de menos de 20.000 habitantes.

Lesbos, cuna como toda Grecia de las ciudades estado, y actualmente municipio unificado por imperativo legal, es famosa en el mundo por ser el lugar de nacimiento, entre otros personajes ilustres, de Jayr al Dín, más conocido por su sobrenombre: Barbarroja. Para unos, pirata. Para otros, brillante almirante de Suleiman el Magnífico. Sin duda, un gran fusionador del Imperio Otomano. A estas alturas del siglo XXI quizás sea más razonable optar por la racionalización, estudio e impulso consensuado de una planta municipal gallega óptima, porque entre otras cosas nos evitará las fusiones al estilo lesbio.

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