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El legado de Muñoz Ramonet es de Barcelona, según el Tribunal Supremo

Es la tercera sentencia que dice que el palacete y la importante colección de arte son de la ciudad El alto tribunal asegura que no ha lugar a los recursos presentados por las cuatro hijas del fallecido Ciurana asegura que instará para que la sentencia se ejecute de forma inmediata

José Ángel Montañés
El palacete de la calle Muntaner, que es de la ciudad, según el Supremo
El palacete de la calle Muntaner, que es de la ciudad, según el Supremo VICENS GIMENEZ

Barcelona se acostó en la noche del martes más rica en patrimonio de lo que se había levantado por la mañana. El Tribunal Supremo dictó una sentencia en la que, como antes habían hecho el juzgado de primera instancia en 2007 y la Audiencia de Barcelona en 2009, da la razón al Ayuntamiento de Barcelona en el largo litigio que mantiene por el legado del industrial Julio Muñoz Ramonet con las hijas de este. Desde el martes, judicialmente Barcelona es la propietaria de un enorme palacete situado en el número 288 de la calle de Muntaner y, lo que es mejor, de la importante colección de arte que contenía en el momento en que Muñoz Ramonet decidió que pasara a la ciudad: esculturas, tapices, jarrones de Sèvres, 1.300 miniaturas y más de 700 cuadros firmados por Fortuny (26), Goya (18), El Greco (12), Anglada Camarasa, Martí Alsina, Sorolla (7 obras de cada uno), Nonell, Rembrandt (4), Murillo, Casas, Madrazo, Winterhalter y Zurbarán (3), Mengs, Monet, Pantoja de la Cruz y Rafael (2), un patrimonio de valor incalculable por el que la ciudad litiga hace décadas.

El Supremo ha rechazado los recursos de infracción procesal y de casación en materia de derecho sucesorio que interpusieron las cuatro hijas de Muñoz Ramonet y las entidades Culturarte, Grupo Gaudir y Porvemunte. La beneficiaria es la Fundación Julio Muñoz Ramonet, que el Ayuntamiento constituyó en 1995, según la última voluntad del industrial. Ahora tiene 20 días para instar la ejecución.

Jaume Ciurana, teniente de alcalde de Cultura del Ayuntamiento de Barcelona y presidente de la fundación, no ocultaba su satisfacción. “Instaremos a que se ejecute la sentencia de forma inmediata, para saber el estado del inmueble y qué piezas hay en su interior para contrastarlas con los inventarios realizados en 1968 y 1987”, explicó.

“Tenemos muchos trabajo a partir de ahora”, aseguró, más comedido, Eduald Vendrell, el abogado que durante 14 años ha representado a la fundación frente a los intereses de las hijas. Vendrell dijo que se pondría en contacto con el juzgado de Alcobendas que retuvo dos de las obras del legado, un Greco y un Goya, sustraídas durante de la casa de una de las hijas.

Ciurana no aclaró si las obras se expondrán en el palacete, una vez que abra las puertas, o pasarán a alguno de los museos municipales. “Es muy pronto, la sentencia se ha sabido hoy”, se excusó, pero si aclaró que “el uso del edificio será cultural”.

La sentencia del Supremo avala que el empresario nunca tuvo voluntad de retirar el legado al Consistorio barcelonés y descarta que lo revocara de forma tácita al ceder a sus hijas el poder de representación sobre la sociedad propietaria de sus bienes. También asegura que las hijas utilizaron la misma táctica que su padre —en 1986 huyó a Suiza para escapar de la justicia— “para evitar el cumplimiento del legado”.

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Fuentes judiciales sostienen que no tendría sentido que las hijas de Muñoz Ramonet elevaran al Constitucional la sentencia “para alargar más el caso” y recomiendan que el Ayuntamiento sea constante y persistente en la persecución de las obras. En caso de que no se cumpla la sentencia, piden que se aplique la ley de enjuiciamiento, que impone multas al que se oponga, y reconocen que serán necesarios los servicios de peritos que valoren las obras desaparecidas o vendidas. Tendrán mucho trabajo, ya que, al parecer, durante estos años las hijas de Muñoz Ramonet han vaciado la vivienda de obras y las han llevado a Madrid.

18 'goyas' y 12 'grecos'

La colección de arte de Julio Muñoz Ramonet está basada en la de Ròmul Bosch i Caterineu que acabó dejando en depósito en 1934 en el Museo de Arte de Cataluña a cambio de un crédito para intentar salvar su empresa. Cuando en 1950, la Unión Industrial Algodonera pasó a manos de Muñoz, Folch i Torres le informó que, junto a la empresa, había adquirido sin saberlo las obras. Hasta 1991 la colección cambió de dueño en diferentes ocasiones, siempre dentro de la órbita empresarial de Muñoz. Se conocen varios inventarios, con listas de las obras, autores, medidas y precios. Destaca uno en el que aparecen citadas 758 pinturas y 67 objetos (esculturas y jarrones de porcelana china o de Sévres). Entre el más de centenar de pintores representados destacan: Eugenio Lucas (con 41 obras), Fortuny (26), Goya (18), El Greco (12), Anglada Camarasa, Martí Alsina y Sorolla (con 7 obras cada uno); Nonell, Rembrandt y Viladomat (4), Murillo, Casas, Madrazo, Winterhalter y Zurbarán (3); Mengs, Monet, Pantoja de la Cruz y Rafael (2), seguido de un gran número de autores con una sola obra, como Berruguete, Carreño de Miranda, Corot, Delacroix, Giordano, Meléndez, Renoir, Ribalta, Tiepolo, Tiziano, Vayreda, Velázquez, Veronese, Zuloaga, el mismísimo Boticelli o el poco prolífico Grünewald que aportaba la obra más cara: un boceto de las tentaciones de San Antonio valorado en 1 millón de euros.

En 1987 Joan Ainaud de Lasarte estudió la colección. El crítico de arte destacó entonces una serie de 19 obras que valoró en 1.630 millones de pesetas (9,7 millones de euros) "tras analizar los datos de exposiciones y subastas de los diez últimos años". Esta es la relación, con el precio:

- Retrato del nuncio don Sabas Millini, de Carreño de Miranda (1,5 millones)
- La Anunciación, El Greco (1,2 millones)
- La Virgen de la Leche y Los Siete Gozos de la Virgen, de Andreu Marsal de Sas y Pere Nicolau, retablo siglo XV (1,2 millones)
- La Virgen del Pilar con Santiago y tres figuras, de Goya (961.619 euros)
- La familia del general Liñán, de Vicente López (841.416 euros).
- Retablo de San Pedro, de Cubells de P. Serra (661.113 euros el conjunto).
- Retablo de Salvador de Guardiola, de Borrasà de 1404 (601.012 euros).
- Retratos de un hombre y una mujer de Jacint Rigau (480.809 euros).
- San Juan Evangelista, de Juan de Flandes, siglo XV (420.708 euros).
- Retrato de Felipe V con traje español, de Jacint Rigau (360.607 euros).
- San Juan Bautista con un cordero, de Ribera (300.506 euros).
- Pareja de cuadros de flores con cabeza humana, de Mario Nuzzi o Juan de Arellano (240.404 euros cada uno).
- Retrato de Don Gregorio de Castellbranco y Retrato de Magdalena de Lancastre, de Juan Pantoja de la Cruz (180.303 euros cada uno).

Esta selección aparece en inventarios posteriores, donde se puede ver cómo se han revalorizado las obras. Si en 1987 su precio era de 9,7 millones de euros, las obras llegaron a valer 39 millones. Según las personas que lo conocieron, Muñoz "no entendía nada de arte, y su colección le servía para presumir delante de sus invitados. El único pintor del que compraba todo fue Ramón Aguilar Moré". En los inventarios aparecen 52 obras de este pintor de paisajes, marinas y retratos autodidacta nacido en Barcelona en 1924.

Una vida de novela

Julio Muñoz Ramonet podría ser el protagonista de novela. De origen humilde amasó su fortuna en la Barcelona de los años cuarenta por los favores que consiguió del régimen y, sobre todo, por el estraperlo de algodón y la especulación inmobiliaria. Su emporio textil llegó a emplear a 45.000 personas y fue dueño de almacenes míticos como El Aguila (un ave que adoptó como el símbolo de su grupo) y El Siglo, propiedad que compartía con el exdictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo. Su fortuna se vio reforzada cuando se casó con Carmen Villalonga, hija del presidente del Banco Central. Tuvo negocios en Japón, Tailanda, Filipinas (donde se codeaba con Marcos), Cuba o Suiza, donde llegó a crear dos bancos, el Spard und Kredit y el Genevoise de Comerce et Crédit. Dirigió un entramado de 30 empresas pantalla que le permitían ocultar la propiedad de los bienes, entre ellas Inmobiliaria Alós, Interservi, Culturarte, Porvemunte y un largo etcétera. Su caída se produjo tras el escándalo de la Compañía Internacional de Seguros al descubrirse que había generado un agujero de 4.000 millones. En 1986 huyó a Suiza para escapar de la justicia. Dos meses antes de fallecer, Baltasar Garzón, pidió 11 años de cárcel, tras acusarle de estafa y falsedad. No volvió jamás a Barcelona, excepto muerto. La noche del 11 de mayo de 1991 su cadáver fue velado en el palacete de Muntaner, el mismo que ahora el Supremo ha dicho que es de todos los barceloneses.

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Sobre la firma

José Ángel Montañés
Redactor de Cultura de EL PAÍS en Cataluña, donde hace el seguimiento de los temas de Arte y Patrimonio. Es licenciado en Prehistoria e Historia Antigua y diplomado en Restauración de Bienes Culturales y autor de libros como 'El niño secreto de los Dalí', publicado en 2020.

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