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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Valium o Tripalium

"Hoy cada rincón de nuestros hogares es zona de trabajo potencial gracias a Internet: estamos atados a una Red. Bien que lo saben los trabajadores de cuello blanco, los profesores, los profesionales, los pequeños comerciantes"

En los últimos días, el trabajo ha sido objeto de discusión. ¿Perdemos el tiempo los españoles? ¿Gozamos de mucho descanso? Algo así es lo que reprocha a los trabajadores Antonio Adés, directivo de Ford España. A su juicio hay demasiadas vacaciones en nuestro país. ¿Qué receta propone? Trabajar más y cobrar menos. Estar atados más horas.

Juan Roig, presidente de Mercadona, ha sugerido copiar la cultura del esfuerzo de los chinos: más concretamente, de los bazares que estos inmigrantes tienen abiertos por toda España. ¿En qué se traduce eso? En largas jornadas laborales. Los asiáticos no cuentan las horas que gastan para sacar adelante los negocios familiares. ¿Qué solución nos receta Roig? Atarse bien los machos, afanarse mucho más: casi hasta que el cuerpo aguante.

¿Es razonable lo que proponen? Yo creo que fabricar realiza al ser humano: permítanme decir esta trivialidad. Una de las cosas que Karl Marx reprochaba al capitalismo era la división extrema del trabajo. El empleado de factoría no tiene especiales habilidades que le permitan sentirse satisfecho: su aportación es una pequeña parte, incluso insignificante, de la elaboración material. Si me dedico a atornillar una y otra vez, si me dedico a reponer estanterías sin parar, la rutina acabará agotándome. En el mundo y en España, hay mucho paro, sí: un número escandaloso de desempleados que no tienen la oportunidad de ganarse un sueldo. Pero en el mundo y en España hay también muchos trabajos repetitivos, basados en el puro automatismo que ata. Las personas necesitan alivios e incentivos, desanudarse, la promesa del descanso o la compensación material: no trabajar más para ganar menos.

Pero es que, además, no cobramos por todo lo que hacemos. Dedicamos mucho esfuerzo a lo que elaboramos: horas y horas que las destinamos a cavilar. Por ejemplo, llevándonos faena o preocupaciones a casa. El trabajo está cada vez más deslocalizado, sí. Por supuesto sigue habiendo fábricas en que se montan automóviles y supermercados en que los empleados venden. Pero hoy cada rincón de nuestros hogares es zona de trabajo potencial gracias a Internet: estamos atados a una Red. Bien que lo saben los trabajadores de cuello blanco, los profesores, los profesionales, los pequeños comerciantes.

La etimología de trabajar es muy reveladora. Dice Joan Corominas que viene del latín: tripaliare, que significa torturar. A su vez, el infinitivo procede de tripalium, que designa, hacia el siglo XVI, un instrumento de suplicio. Se llamaba así por estar formado por tres palos cruzados que servían para atar, sujetar y aplicar tormento al reo.

Sin incentivos o sin descanso, estaremos así: atados, hasta que el cuerpo aguante, sobreviviendo al tripalium. O con Valium.

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