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Una ecuación como un reloj

La máquina de 1576 de la catedral de Barcelona, estrella de una exposición sobre matemáticas y patrimonio

José Ángel Montañés
Reloj de la catedral de Barcelona de 1576.
Reloj de la catedral de Barcelona de 1576.CARLES RIBAS

Pocas personas saben que Barcelona tuvo desde 1576 un enorme reloj de hierro fundido de más de 5.000 kilos y seis metros de altura situado en el interior de la Torre de las Horas de la catedral. El poder del Consell de Cent era tan grande que encargó que su reloj triplicase las dimensiones del reloj más grande jamás construido, pese a que, escondido en el interior de la torre, no se iba a ver. Puntual y preciso, solo necesitaba que el relojero le diera cuerda girando una enorme manivela (600 veces) para enrollar la cuerda del péndulo, que colgaba en el interior de la torre. Durante casi tres siglos, “el reloj de los flamencos”, que lo construyeron como si fuera de madera, sin ningún tornillo, marcó el tiempo y el ritmo de la ciudad, hasta que fue desmontado en 1864. Ahora reposa, tras ser trasladado pieza a pieza en 1985, en la sacristía de la capilla de Santa Àgata de la plaza del Rei, detrás del Retablo del condestable,de Jaume Huguet.

La máquina es una de las joyas de la exposición, eminentemente didáctica, Imaginary/ BCN. La mirada matemática, las artes y el patrimonio, que ha inaugurado el Museo de Historia de Barcelona (Muhba). En ella se aborda la relación de las matemáticas y la geometría con el arte y el patrimonio, presente en casi todos los edificios que nos rodean.

La exposición Imaginary, impulsada por la Sociedad Española de Matemáticas, ha recorrido varias ciudades españolas. Ahora recala en Barcelona, donde se han escogido elementos como los frescos de Ferrer Bassa en el monasterio de Pedralbes; la arquitectura de tres edificios góticos: el Saló del Tinell, el claustro de Pedralbes y la misma capilla de Santa Àgata, que acoge la exposición, y las estaciones de metro de la plaza de Espanya y la de Catalunya, para explicar cómo las matemáticas y la geometría están en el origen de todas ellas.

Interior de la iglesia del monasterio de Pedralbes, con las figuras geométricas que se utilizaron para crearla.
Interior de la iglesia del monasterio de Pedralbes, con las figuras geométricas que se utilizaron para crearla.

Leornardo ya lo dejó claro en el siglo XVI: todo está vinculado a las matemáticas y la geometría, incluso el hombre, al que metió dentro de un círculo en su famoso El hombre de Vitruvio. En la exposición que inauguró ayer el Museo de Historia de Barcelona se explora esta relación a partir de cosas tan cotidianas como los múltiples diseños de los suelos hidráulicos que se colocaron en las viviendas del siglo XIX y XX (el Muhba conserva una colección de 476 piezas); de las primeras perspectivas del arte que realizó Ferrer Bassa en la capilla de Sant Miquel del monasterio de Pedralbes, y de edificios como la misma capilla de Santa Àgata, en la que se explica gráficamente que el edificio es fruto de una proyección de un cuadrado y la intersección de varios círculos (por eso quizá sea tan armónico); el impresionante Saló del Tinell, que está justo al lado de la exposición, y el claustro de Pedralbes, del cual se ha podido comprobar que los arcos del piso superior y los del inferior no coinciden.

También se explican los trabajos del físico, matemático e ingeniero Esteve Terrades, creador de obras tan transitadas como la estación de metro de la plaza de Espanya, “una obra ultramoderna por su curva elíptica”, en palabras de Sebastià Xambó, presidente de la Real Academia de Matemáticas de España, que impulsa la exposición Imaginary, la cual ha recorrido 11 ciudades españoles hasta llegar a Barcelona. El conocimiento matemático de Terrades impresionó al propio Albert Einstein, que no dudó en aceptar su invitación para visitar Barcelona en 1923.

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En la exposición se explica otro de los inventos catalanes más universales: la bóveda catalana, ejemplo de geometría práctica que empleó Rafael Guastavino en edificios como la estación Grand Central de Nueva York.

Una de las cosas que más sorprenden de la exposición es ver cómo las temidas ecuaciones matemáticas generan coloridas formas (a partir de un programa informático) que incluso pueden generar los visitantes en un panel informático tactil. “Las ecuaciones pueden ser bellas”, asegura Xambó, y realmente lo parecen vistas así, tan animadas. También es posible diseñar suelos hidráulicos y observar las formas que genera un caleidoscopio. Que nadie se pierda el enorme retablo del siglo XV de Huguet que preside la exposición, en el que la imagen de santa Isabel se sitúa sobre un pavimento en el que, una vez más, la geometría es la protagonista.

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Sobre la firma

José Ángel Montañés
Redactor de Cultura de EL PAÍS en Cataluña, donde hace el seguimiento de los temas de Arte y Patrimonio. Es licenciado en Prehistoria e Historia Antigua y diplomado en Restauración de Bienes Culturales y autor de libros como 'El niño secreto de los Dalí', publicado en 2020.

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