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El pintor de lo feo

El Museo de Arte de Cerdanyola expone óleos y litografías de José Gutiérrez Solana Las obras provienen de la colección de la Fundación Mapfre

José Ángel Montañés

Sórdidas, tristes, marginales, a veces terroríficas, de estilo bronco y brutal: son algunos de los calificativos, ninguno agradable, que acompañan las obras de José Gutiérrez Solana (1886-1945), una de las figuras más singulares del arte español del siglo XX, pero también una de las más excéntricas y con una trayectoria ajena a las vanguardias y la tradición académica. El Museo de Arte de Cerdanyola expone hasta el 23 de abril 2 óleos y 30 estampas, entre aguafuertes y litografías, pertenecientes a la colección de la Fundación Mapfre, que no dejan indiferente a casi nadie.

'Máscaras bailando cogidas del brazo' aguafuerte de Solana.
'Máscaras bailando cogidas del brazo' aguafuerte de Solana.

Solana es el pintor de procesiones, máscaras, traperos, interiores asfixiantes, prostitutas y extraños bodegones formados por Vírgenes y santos que compraba en el rastro madrileño, y que no invitan a rezar por su lúgubre aspecto. A todos los trata por igual, con dureza y destacando su fealdad. “Incluso a los personajes que podía reflejar bellos, como una mujer frente al espejo o la comparsa de carnaval, los pinta feos y dan casi miedo”, señala Txema Romero, director del MAC. Lo mismo hizo con los intelectuales reunidos en La tertulia del café Pombo (1920), quizá su cuadro más famoso, en el que el pintor se autorretrató junto a sus amigos Ramón Gómez de la Serna y José Bergamín; el color negro, que obtenía con betún, inunda la obra.

Sus cuadros incomodaban tanto que en una exposición a la que acudió el rey Alfonso XIII sus obras se colgaron detrás de una puerta para que el monarca no las viera. “Es pesimista y triste”, recalca Romero. La Fundación Mapfre ha cedido a Cerdanyola Procesión de noche (1917) y Santos de pueblo (1929), dos de los seis óleos que posee de este pintor madrileño influenciado por las pinturas negras de Francisco de Goya, al que admiraba, como a Velázquez, El Greco y Munch. En la procesión, los personajes, auténticas calaveras vivientes dignas de las obras de Valle Inclán, por las que Solana sentía devoción, reflejan la atmósfera de la España rural degradada.

Sus grabados, de trazos fuertes y directos, representan casas de dormir y comedores de pobres, bailes populares, gigantes y cabezudos, ciegos de romances y animales famélicos. No es extraño que no publicara casi ninguno en vida. Solo hubo una tirada en 1963 de las planchas depositadas en la Calcografía Nacional, de donde provienen las obras que se exponen en Cerdanyola.

Su estilo tremendista recuerda a las pinturas negras de Goya. Si viviera, Gutiérrez Solana no dudaría en acercarse a contemplar el centenar de obras del aragonés que, casualmente, se exponen desde hoy en Barcelona. La exposición del MAC, museo que abrió sus puertas hace tres años, es la segunda que presenta material de la Fundación Mapfre. El año pasado llevó al Vallès un centenar de dibujos de Ismael Smith que realizó en París. Allí estaban como en casa, porque el MAC es el único museo que dispone de una sala permanente dedicada a Smith.

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Sobre la firma

José Ángel Montañés
Redactor de Cultura de EL PAÍS en Cataluña, donde hace el seguimiento de los temas de Arte y Patrimonio. Es licenciado en Prehistoria e Historia Antigua y diplomado en Restauración de Bienes Culturales y autor de libros como 'El niño secreto de los Dalí', publicado en 2020.

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