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La Filmoteca remueve el Raval

Éxito de afluencia al nuevo equipamiento cultural que en una semana recibe 3.600 espectadores

Blanca Cia
Los edificios del Raval se reflejan en la nueva sede de la Filmoteca de Catalunya.
Los edificios del Raval se reflejan en la nueva sede de la Filmoteca de Catalunya.JOSE JIMÉNEZ

Cada día entran y salen del edificio de la Filmoteca de Cataluña, en Barcelona, cientos de personas entre trabajadores —unos 150— y los usuarios del nuevo equipamiento cultural, que están superando las expectativas: 3.600 espectadores la semana pasada. Niños de escuelas que visitan la Filmoteca por la mañana, estudiantes que van a la biblioteca del centro y los espectadores de las salas a partir de las cuatro de la tarde y hasta medianoche. Un ir y venir de personas que está empezando a notarse en la plaza de Salvador Seguí, a un paso de la Rambla del Raval, que ha estado años literalmente patas arriba mientras se construía la Filmoteca de Cataluña, recientemente inaugurada. El nuevo centro cultural viene a cerrar el círculo de los equipamientos que Barcelona pensó para transformar una de las zonas más complicadas de Ciutat Vella. Primero fueron el Macba y el CCCB y después las universidades.

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¿Cambiará el reducto más duro del Raval la nueva Filmoteca? Algo sí está cambiando. Como las dos primeras terrazas de un bar que se alinean en el frente de la plaza junto a la calle de Robadors. Y algunos locales emblemáticos, como el bar Marsella, que después de toda una vida noctámbula ahora se plantea pasar a horario diurno y poner una terracita. Dentro de unos meses se abrirá la terraza del bar restaurante de la propia Filmoteca.

Pero el panorama, de momento, no deja de ser chocante: los niños que visitan la Filmoteca por la mañana —el centro tiene un programa dirigido a las escuelas y otro a las universidades—, las prostitutas que permanecen en la calle de Robadors —aunque ligeramente desplazadas hacia el extremo norte de dicha calle— y los mirones que merodean a las mujeres, algún que otro proxeneta sentado en las terrazas, subsaharianos que no tienen adónde ir y pasan el día en los bancos junto a la zona infantil, guardia urbana y mossos dando vueltas y tiendas de telefonía en las que no entra nadie.

La Filmoteca se ha convertido en el nuevo —y grande— vecino. El tirón del centro cultural ha despertado muchas expectativas. Las que esperaban sus propios gestores, de momento, se han visto superadas. “Los abonados que iban a la sala del cine Aquitania van viniendo y, además, se ha sumado mucho público joven muy heterogéneo”, explican responsables de la Filmoteca de Cataluña. El abono anual es de 90 euros y la entrada cuesta cuatro, aunque hay un sinfín de carnets que suponen una reducción a dos euros.

El tirón del nuevo centro cultural ha despertado muchas expectativas
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A la oferta de las salas de exhibición se suman exposiciones —la actual es Imatges Confrontades, la Guerra Civil i el cinema— la biblioteca, que reúne un fondo de más de 45.000 volúmenes y 20.000 archivos gráficos, y una librería especializada en cine e imagen. Falta por abrir el bar restaurante. La Filmoteca, además, desarrollará iniciativas compartidas con el Macba y el CCCB.

El nuevo centro aspira a ser mucho más que una Filmoteca. Quiere hacer de detonante del cambio de una de las áreas más degradadas del Raval. Los años de obras de la Illa Robadors, primero, y de la plaza de Salvador Seguí, después, han contribuido a esa degradación. Lo sabe muy bien Manuel, el propietario del restaurante Candela, a un lado de la plaza, que abrió el local en septiembre pasado y ha estado “emparedado” hasta la apertura de la plaza y de la Filmoteca de Cataluña: “Ahora ya es otra cosa. Ya hay otra dinámica”, apunta. La terraza del bar restaurante suele estar bastante frecuentada.

Nuria Aparicio, de la Fundació Tot Raval, está convencida de que la Filmoteca arrastrará otras actividades, sobre todo comerciales

Nuria Aparicio, al frente de la Fundació Tot Raval, también es de las convencidas de que la Filmoteca arrastrará otras actividades, sobre todo comerciales. “Ahora la plaza está bien iluminada y hay que hacer lo mismo con las calles de Sant Pau y Hospital, que están oscuras. La iluminación en el Raval es muy importante”, apunta.

¿Y la prostitución? Cuando hay un cambio importante en el espacio urbano —del tipo del que ha ocurrido en la plaza de Salvador Seguí o del que hubo cuando se instaló la Pompeu Fabra en la Rambla— se traslada. Es decir, busca otros espacios. “La solución no es presionar para desplazarla a otra parte, porque lo único que cambias es el sitio”, añade Aparicio, que confía en los programas que hacen asociaciones como el Lloc de la Dona y Àmbit Dona para facilitar salidas a las prostitutas que quieran dejarlo.

Todo depende del lado del que se mire. Y la única mercería perfumería de la calle de Robadors —donde los paquetes de toallitas húmedas se compran de cinco en cinco— ven en la desaparición de la prostitución el fin de su negocio. “A mí la Filmoteca no me da de comer, pero ellas sí”, espeta la comerciante cuando se le pregunta sobre los cambios en el barrio. Lo dice atendiendo a una joven con unos tacones de vértigo y una brevísima minifalda que le compra una diadema. En la calle, pasa una patrulla de la Guardia Urbana y de la Filmoteca sale un nutrido grupo de personas. Se ha acabado una sesión.

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Sobre la firma

Blanca Cia
Redactora de la edición de EL PAÍS de Cataluña, en la que ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional en diferentes secciones, entre ellas información judicial, local, cultural y política. Licenciada en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona.

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