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xvi festival de jerez
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un vuelo incierto

Grilo no se olvidó de homenajear al desaparecido Moraito

Grilo, en un momento de su actuación.
Grilo, en un momento de su actuación.JAVIER FERGO

Un estreno para la clausura y, además, de un artista local, suscita muchas expectativas. Grilo es un bailaor con público y del que siempre se espera algo, tal es su capacidad de seducción. En su nuevo espectáculo miró al este y al oeste como fuente de inspiración, y siempre con la mar por medio. Sabido es que de las tierras de más allá del Mediterráneo nos llegaron muchas cosas, aunque no siempre por mar. Atravesando el Atlántico sí que arribaron reconocidas melodías y ritmos. Dentro del espectáculo, no obstante, la presencia tanto del oriente como del occidente es casi testimonial. La zambra se identificará con el componente árabe y, al final, rumba, colombiana y guajira servirán como exponente de la aportación americana. Pero donde sí está presente el mar es en la música del turco Canaz, que con su larga flauta de caña puede igualmente trasladarnos los vientos que empujaron a Ulises, que evocarnos su tierra natal. Él forma parte de un paisaje sonoro de mucho colorido al que se sumó un versátil Serrano y la guitarra de Juan Requena con un soberbio trabajo. Los colores de esta banda definieron en parte el espectáculo, pero hasta el punto de robarle protagonismo al baile.

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Hablando de protagonismo es de subrayar el hecho de que el bailaor decidiera compartir gran parte de él con el bailarín de danza contemporánea Javier Pérez. Su aparición fue impactante por la plasticidad que representaba y su sorprendente elasticidad. Sus movimientos de pájaro nos situaron en cualquiera de las cercanas marismas gaditanas pobladas estos días de parsimoniosos flamencos. Mas el encanto tiene su tiempo, y la presencia de Pérez se alargó y prolongó aún más con la llegada de un Grilo que le dobló los movimientos a modo de un aprendizaje del vuelo. Los dos protagonizaron un paso a dos con el que el espectáculo perdió pulso de forma alarmante. Y eso que había empezado bien, por alegrías (una de las mejores maneras de acercarse al mar), y con el bailaor haciendo gala de su baile natural, elegante, de buena planta y colocación y con gotas de desparpajo. Después transitaría a la zambra bien guiado en todo momento por el cante de Valencia, aunque la escena del cafetín no encuentre un fácil asiento dentro de la línea argumental.

Cuando, tras su intento de vuelo, Grilo volvió, lo hizo bailando por soleá acompañado por el cante de su hermana Carmen. Una manera, ahora sí, de remontar el vuelo, el de gran artista que le corresponde. Pero fueron solo destellos de su baile brillante que volvería a aparecer con la guajira, momentos separados por una nueva aparición de Pérez con música de rumba. Para tributar un homenaje a Moraíto por bulerías, Grilo quiso evocar quizás su último encuentro con él en el espectáculo Jerez, la uva y el vino de la Bienal de Sevilla de 2010. Citó a Requena como si su fuera su compadre y el guitarrista le respondió con un toque excepcional que recordó a Morao sonando realmente a Jerez. El bailaor se muestra infalible en lo suyo, se gusta y transmite por momentos, aunque su baile sabe a poco y al final de la obra no ha llegado a saciar el apetito existente. El artista se embarcó en una navegación incierta que quizás no le dejó volar del todo.

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