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Mirando al cielo

La región sufre el año con menos precipitaciones desde 1893 y las reservas de agua se han reducido en más de un 20% Ya se están tomando medidas excepcionales como trasvasar agua de unos embalses a otros

Aspecto de el embalse de El Atazar el pasado jueves.
Aspecto de el embalse de El Atazar el pasado jueves.J. J. GUILLÉN (EFE)

El Instituto Central Meteorológico, situado en el parque del Retiro, empezó a publicar en 1893 un boletín diario con mapa del tiempo, observaciones meteorológicas y predicciones. No ha dejado de hacerlo. Por eso hoy se puede decir que Madrid nunca había vivido un invierno más seco en casi 120 años, o lo que es lo mismo, desde que hay registros. Cuesta recordar la última vez que llovió dos días seguidos. Los 17,5 litros por metro cuadrado recogidos entre diciembre y febrero son de récord. Para hacerse una idea, la media de los años setenta, ochenta y noventa fue de 128,3. Los embalses que abastecen las casas de los madrileños están al 65% de su capacidad, cuando en estas fechas del año pasado estaban al 83%. Sin lluvias, sin viento, con ese anticiclón que se resiste a moverse, la contaminación también está disparada. El Ministerio de Agricultura y Medio Ambiente avisa: si sigue sin llover lo que queda de mes de marzo, en abril habría que plantearse aprobar un decreto de sequía.

¿Hay motivos para la alarma? En el Canal de Isabel II, la empresa pública que abastece de agua a los madrileños, aseguran que no. “No hay sequía a la vista”, insisten. “La despensa está llena, pero si no reponemos lo que comemos podemos dejarla vacía”. De esta forma explica un alto funcionario del Ministerio de Agricultura y Medio Ambiente que prefiere no dar su nombre la situación en la que se encuentran los embalses que suministran el agua al Canal de Isabel II. En estos momentos estos pantanos tienen hay 617 hectómetros cúbicos de agua, unos 180 menos que el año pasado, pero 300 más sobre la línea roja que obligaría a decretar la prealerta. Sin embargo, se están tomando medidas poco habituales, como trasvasar agua desde el embalse de San Juan, en San Martín de Valdeiglesias, a Valmayor (unos 32 kilómetros), un proceso que cuesta un millón de euros al mes, según el alcalde del municipio, José Luis García (PSOE). San Juan está a una cota más baja que Valmayor, por lo que el trasvase requiere de mucha potencia eléctrica. No se suele recurrir a él salvo necesidad.

“Este año el anticiclón está siendo tan potente que no deja entrar ninguna borrasca. Es el mismo anticiclón, que apenas se ha movido”, explica, didáctica, Ana Casals, delegada en Madrid de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet). Y no parece que la situación vaya a mejorar. “Nada de nada”, dice mientras busca en el ordenador la predicción de alguna borrasca fuerte en los próximos 10 o 15 días. No cae agua, y tampoco va a salir de las montañas. El año pasado, por estas fechas, los neveros de Madrid tenían cerca de 100 hectómetros cúbicos de agua en forma de nieve. Ahora mismo hay 1,5. El agua del deshielo se reducirá en las próximas semanas a la mínima expresión. La Comunidad de Madrid es una de las regiones que padece un año hidrológico "extremadamente seco", según la Aemet. Pero si el abastecimiento se tambalea por la ausencia de precipitaciones, el gran perjudicado es el campo.

José Luis Velasco, agricultor de Villaconejos, ha decidido no plantar este año el melón de secano. “Es en mayo, pero la tierra está muy seca. Si los plantara, los melones no tendrían un tamaño comercial”. Es más que probable que se le sumen el resto de agricultores de este municipio. “La producción es de medio millón de kilos, un 20% del total más o menos, que llegan a tener un gran precio en mercados de gourmets. Será una gran pérdida”, se lamenta Velasco, que indica que unas 250 hectáreas de melón se quedarán sin sembrar. “Pero lo peor de todo es el cereal. Hemos sufrido sequías importantes. Pero nunca que no cayera ni una gota durante la primavera”, relata, y recuerda que los seguros no cubren las sequías: “Puede llegar a ser una catástrofe”.

El cambio climático se abre hueco en los registros

Registros nunca vistos. La estación meteorológica de Retiro jamás había visto menos lluvia en un invierno (diciembre-febrero): 17,5 litros por metro cuadrado. El cambio climático se manifiesta en los datos. Pese a que Retiro lleva casi 120 años recogiendo datos de lluvia, los años más secos se concentran en las últimas tres décadas. En 1983 se midieron 19 litros. Le siguen 1989 (29, 6 litros), 1992 (39,9) y 1999 (43,9).

El Ayuntamiento de Aranjuez achaca la muerte de 80 árboles históricos al cambio climático. Asegura que en breve todos los árboles no autóctonos correrán la misma suerte y serán reemplazados por especies que consuman menos agua.

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“Solo hay esperanza para el secano si llueve en quince días, pero las previsiones no anuncian precipitaciones”, se lamenta Manuel Bravo Díaz, agricultor de 45 años de Villarejo de Salvanés, con tierras también en Valdaracete, Tielmes y Belmonte del Tajo. Bravo explota en total unas 52 hectáreas de vid y olivos, y un poco de cebada: “Pero la mayoría se ha perdido, porque está muy pequeña. Si miras los huertos domina la tierra, ya que los cultivos apenas han ahijado (brotado). Ya debería haber crecido una cuarta y ahora mismo está a ras de tierra”.

En Aranjuez, unos setenta agricultores han llegado a la desesperación y han enviado una carta dirigida a la Confederación Hidrográfica del Tajo (CHT) pidiendo que se adelante la campaña de riego. El pasado uno de marzo la misiva fue enviada al ingeniero jefe de la CHT, y en ella transmitían su “inquietud” ante la falta de lluvias y de agua para sacar adelante sus cultivos. Según los agricultores, las fechas de riego marcadas por la Confederación del Tajo son insuficientes para salvar unas cosechas afectadas por la falta de precipitaciones. “Necesitamos el agua como el comer”, señala Juan, uno de los agricultores que se ha quejado de que, si se cumplen los plazos marcados para el riego por la CHT previstos para el 1 de Abril, se perderá toda la cosecha de alfalfa, porque la falta de agua ha provocado que aún no haya brotado a pesar de que la temporada de recogida se inicia a principios del mes que viene.

Junto a la agricultura, el sector más perjudicado por la falta de agua es el turismo de nieve. Las estaciones de esquí españolas están viviendo una de las temporadas más difíciles de su historia por culpa de la sequía, según la directora gerente de la Asociación Turística de Estaciones de Esquí y Montaña (Atudem), Paloma García Pachá. “Hacía tiempo que no teníamos una temporada tan mala y tan seca”, explica García.

La sequía amenaza el abastecimiento y el regadío, pero tiene otras consecuencias desagradables. Con la falta de lluvias, la célebre boina que cubre el cielo de la capital ha podido verse muchos días en todo su parduzco esplendor. La contaminación que genera el intenso tráfico del área metropolitana no se dispersa. En Madrid, el dióxido de nitrógeno ha estado entre enero y febrero un 35% más alto de la media anual que permite la legislación europea. Tanto la capital como la Comunidad de Madrid están en el proceso de solicitar una prórroga a Bruselas porque incumplen el límite legal de este contaminante que, por más que la situación meteorológica influya en su concentración, procede de los tubos de escape de los coches.

Quizá sean los alérgicos los únicos que reciban como una buena noticia la sequía. A menos lluvias, menos polen, lo que significa que les espera una “primavera suave”, explica Francisco Feo, de la Sociedad española de alergología e inmunología clínica (Seaic). Sin embargo, es una de cal y otra de arena: “Con tiempo seco aumenta la contaminación en el ambiente, lo que también perjudica a los asmáticos y los alérgicos”, precisa. Entre el 15 y el 20% de la población española es alérgica al polen. En los adolescentes, el porcentaje aumenta hasta el 40%. El polen ya no es el que era. “En los últimos 30 años no ha aumentado la cantidad de polen pero los enfermos se han multiplicado de forma exponencial”, señala Feo. ¿Por qué? “Se han vuelto más agresivos, más alergénicos, por culpa de la contaminación en las grandes ciudades”, añade.

Como efecto colateral, aunque no pasa de ser una pequeña molestia, está la electricidad estática. ¿Se han dado cuenta de que todo lo que tocan da calambre? También es culpa de la sequía. “Se debe a la falta de humedad en el aire”, explica Fermín Elizaga, portavoz de Aemet. El aire húmedo conduce mejor la electricidad. En un entorno seco, la carga eléctrica se acumula en la superficie de los objetos, de manera que cuando los tocamos la corriente pasa a través del cuerpo hacia el suelo. “Es como si la persona fuera el material conductor”, ilustra Elizaga. Se nota, por ejemplo, con la ropa, que se carga eléctricamente por el frotamiento. Y es más fácil que el calambrazo se produzca al tocar algo con un dedo que con la palma de la mano. “Pasa mejor a través de algo puntiagudo”.

Entre los grupos ecologistas, Greenpeace ha criticado que todavía no se hayan tomado medidas para afrontar la posible sequía, por lo que esta ONG considera que el Gobierno español vuelve a actuar “tarde y mal”. Julio Barea, portavoz de Greenpeace, cree necesarias las restricciones de agua. Algo que el Canal de Isabel II y el Ministerio si se plantean.

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