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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

“Este país necesita mucha gente como vosotros”

"Nos dicen que somos hijos de la democracia, pero cuando nos agreden, detienen, humillan y violan nuestros derechos, evidencian que nuestra madre ya no tiene más autoridad que la represiva"

“Este país necesita mucha gente como vosotros”, comentó la ex-ministra de Educación Mercedes Cabrera en la entrega de los Premios Extraordinarios de Bachillerato de 2006. Se refería quizá a las estudiantes, a las que se comprometen con un discurso más allá de la retórica de los burócratas de lo político. A las buenas estudiantes que, “minorizadas” o en mayoría según el día, han salido a la calle. Han mostrado que cuando la policía no carga, imponiendo el miedo y el terror en nombre del Estado, no hay rastro de violencia. Nos dicen que somos hijos de la democracia, pero cuando nos agreden, detienen, humillan y violan nuestros derechos, evidencian que nuestra madre ya no tiene más autoridad que la represiva. Políticamente nadie nos tutela, pensar lo contrario sería negar nuestra capacidad crítica, autónoma y constructiva. Ya les gustaría a muchos partidos, pero no pueden. Más bien, no saben. Mediante vías de participación política insertas en la cotidianidad, nuestro objetivo es un mundo distinto que incorpore nuevas y conocidas sensibilidades sociales y sea justo, no sólo que vuelva la calefacción o se pague al día.

El manifiesto de la huelga del 29-F lo dejaba bien claro: “Somos una manifestación de dignidad. El tiempo de la indiferencia ha pasado”. Eso fue lo que se exhibió en las calles de febrero. No solo se trata del Lluís Vives, sino que son muchos los centros públicos no mediáticos que denuncian la gravedad de un mal sistémico. La educación pública, fundamento de la igualdad social, es un gasto constantemente marginado. Salir a la calle es una acción que busca darle contenido político al espacio público, es el primer paso cuando se está disparando ideología disfrazada de conformidad.

El movimiento estudiantil también tiene voces que van más despacio, que aportan reflexión y contenidos frente a la avalancha del día a día. Acoge y suma nuevos actores, difunde y retuitea nuevas ideas, mientras se acelera el tiempo y las protestas. Hay que buscar los puntos de contacto y no tener miedo a las rupturas. La Transición no puede ser un estado impertérrito; el pacto no puede ser inmutable porque las sociedades no lo son. Como los consensos en las asambleas, ha de ser flexible, integrador y caracterizado por la resiliencia. No puede rehuir del inevitable conflicto, sino apreciarlo y tomarlo como momento generador.

"La educación pública, fundamento de la igualdad social, es un gasto constantemente marginado"

La clase política, económica y académica se estanca en realidades ajenas al pie de calle. Un bolso de Vuitton no puede ser un regalo habitual, como dijo Rita Barberá, si cuesta más que el salario mínimo interprofesional. El dinero gastado en la Ciutat de les Arts i les Ciències no puede equivaler al presupuesto de 30 años de la Universitat de València. El coste del canon anual de la Fórmula 1 no puede ser el mismo que el precio de construir tres centros escolares para 450 alumnos. El movimiento estudiantil viene a cambiar ideas y prioridades, a plantear formas propias y crear redes emancipatorias. La propuesta de las asambleas y de los novísimos movimientos sociales es obviar las siglas: diluirlas frente al objetivo y los proyectos. Encontrar las encrucijadas con la ventaja de quien tiene una movilización flexible: no profesionalizada ni burocrática, que nos hace al mismo tiempo personas, ciudadanas y activistas. Esta forma de organización es una invitación abierta a descabalgar lógicas corporativistas y conservadoras.

La “primavera valenciana” es una categoría por llenar. Ahora, estamos diciendo que hay que hacer lo posible y lo imposible en la Universidad, en las relaciones personales, en la empresa, en cualquier lugar. Si hacemos huelgas es también para explicitar que no somos solo consumidores, y que podemos potenciar la acción coordinada y colectiva de espacios que son sociales antes que nada. Podemos usar los códigos normalizados para tensionar con creatividad hasta el límite de lo posible. Al mismo tiempo, seguimos avanzando hacia lo utópico para demostrar que las dinámicas contemporáneas no son irreversibles. Tenemos la formación que se nos ha ofrecido, pero consideramos que la horizontalidad es fundamental para ir más allá de las instituciones y de lo instituido. Ahogar la voz, la acción o forzarnos al nihilismo es socavar pilares básicos de la sociedad.

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Febrero termina, va llegando la primavera y este país necesita mucha gente como vosotros.

Jorge Ramos, Mayka de Castro y Marc Delcán son alumnos de la Universitat de València.

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