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Picasso inventó el ‘collage’ en 1899

Una exhibición recoge tres años de investigación sobre la relación entre el pintor y el descubrimiento de la técnica que floreció con el cubismo

"Hombre con las manos en los bolsillos", obra que se puede ver en la exposición que inaugura el Museo Picasso de Barcelona.
"Hombre con las manos en los bolsillos", obra que se puede ver en la exposición que inaugura el Museo Picasso de Barcelona.

¿Fue Picasso un artista pop ante litteram? Es lo que plantea Un collage antes del collage, una exposición producida por el Museo Picasso de Barcelona que, a partir de una anomalía contenida en el dibujo Hombre apoyado en la pared, perteneciente a la colección del centro, desarrolla una fascinante tesis sobre la relación de Picasso con el collage. Según el comisario de la exhibición Félix Fanés, que invirtió en esta investigación más de tres años de su vida, Picasso inventó el collage artístico junto con Bracque en la primavera de 1912, cuando pegó un trozo de hule en Naturaleza muerta con silla de rejilla. Sin embargo, llevaba prácticamente toda la vida recortando y pegando, y ya en 1899 realizó la obra que da origen a la exposición, Hombre apoyado en la pared, en cuya esquina derecha hay pegado el fragmento de un rostro femenino. “Desde el punto de vista técnico se trata, sin duda, de un collage, pero no tiene los referentes revolucionarios y conceptuales del collage cubista”, aseguró Fanés ayer, en la presentación de la exposición, que se mantendrá abierta hasta el 3 de junio.

Fueron necesarios tres años para que el comisario, casi por suerte, descubriera la propietaria del rostro, una actriz francesa de segunda fila que no desdeñaba colaboraciones publicitarias, cuya imagen procedía de una caja de cerillas. De allí que Fanés decidiera estudiar el entorno que constituía el background de la obra con el objetivo de demostrar que este primer collage de 1899 está mucho más vinculado a la cultura popular que a la historia del arte y puede ser considerado un puente de enlace entre la cultura banal y cotidiana de la época y la aproximación más sofisticada de intelectuales y artistas.

Aunque parece una exposición de pequeño formato, por el tamaño reducido y a veces incluso diminuto de las piezas, reúne 107 obras que consiguen trazar de forma condensada la historia de Picasso con las artes gráficas, la producción seriada y la publicidad. El visitante podrá descubrir documentos poco conocidos como una portada que Picasso realizó en 1902 para el diario El liberal o la publicidad para la Lecitina Agell. Excluyendo un dibujo que llega de los Museos Nacionales de Francia y algunas obras de particulares, la mayoría de piezas de Picasso forman parte de la colección del Museo, mientras que las obras de Ramón Casas y las piezas pertenecientes a la “baja cultura” son préstamos de coleccionistas privados, el Museo Marés y diversas bibliotecas y archivos, no solo de Cataluña. Este “material pobre” incluye cromos, lisos y troquelados, de cajas de cerillas, chocolate, cava y también álbumes de poetas y escritores. Aunque no tiene nombre, la última sala está dedicada al collage social y no artístico, con los fotomontajes que se estaban imponiendo en todos los ámbitos, del arte visual al cine. “A partir de 1916 Picasso introduce en la tradición posrenacentista fragmentos de artes poco conocidos y valorados como el ibérico, el oceánico y el africano; y el cubismo que está a punto de llegar se apoyará en esta yuxtaposición de lenguajes”, asegura Fanés.

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