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el futuro de la izquierda 'abertzale'

Aralar, el viaje de ida y vuelta

El partido de Patxi Zabaleta se desangra en la apuesta por “un acuerdo estratégico” con la izquierda ‘abertzale’ de la que salió hace apenas diez años

Cuando aún no se cumplen diez años desde su constitución como partido, en junio de 2002, Aralar parece haber iniciado la vuelta a la casa común de los abertzales: la Batasuna de la que salió, sea cual sea el nombre y la forma con los que previsiblemente volverá a la legalidad.

Al frente de quienes emprenden ese camino, con la negociación simultánea de una coalición electoral para 2013 y lo que por ahora llaman “acuerdo estratégico nacional”, marcha el principal impulsor y fundador del partido y también histórico de Herri Batasuna, Patxi Zabaleta. En ese giro habrá dejado a buena parte de quienes le siguieron en el abandono de Batasuna o de los que, provenientes de otras culturas políticas o asociativas, creyeron en él y se sumaron a un proyecto que ahora ven “diluirse como propuesta política en algo que ni siquiera sabemos todavía lo que va a ser y que tiene mucho que madurar en lo político y en lo ético”, en palabras de un militante que ya se ha dado de baja en el partido.

El goteo continúa, entre bajas y expedientes disciplinarios, y eso mismo no hará sino merma las fuerzas de Zabaleta en la negociación con sus excompañeros de filas. “Será una vuelta a casa para él, porque otros muchos a quienes embarcó en el proyecto nunca estuvimos allí”, le reprochan.

Este recorrido con un proyecto independiente habrá durado significativamente mucho menos de los 24 años que tardó Zabaleta en abandonar las filas de la izquierda radical —tomando como referencia la Mesa de Alsasua en 1978—, aduciendo su desacuerdo con la violencia de ETA y la tutela sobre el brazo político.

La pérdida de apoyos debilita a Zabaleta para la negociación

Zabaleta y los suyos, lo mismo que las sedes de la nueva formación, sufrieron las amenazas insultos y ataques de menor intensidad reservados a los oponentes del espectro nacionalista, no merecedores de tanto como la muerte, reservada solo para los no nacionalistas.

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La opción que ahora realiza tan rápidamente la mayoría que apoya a Zabaleta, no es entendible sin el conjunto de la trayectoria de este, sin olvidar su querencia por una unidad abertzale que permita el salto a la independencia, ni tampoco la herida familiar: su hija está en la cárcel.

Lo mismo que impulsa a Zabaleta y los suyos hacia la izquierda abertzale repele a los críticos. “No es que nos neguemos a colaborar con Bildu o Amaiur”, indican fuentes de Aiztkorri Taldea, “pero sí a salir corriendo y dar por acabado el proyecto”, como se hizo, dicen, ante el vendaval Bildu en las elecciones municipales de mayo del año pasado.

Desde su nacimiento, Aralar ha logrado aglutinar a una parte del voto abertzale en desacuerdo con la violencia, más aún cuando la ilegalización impidió a Batasuna presentarse a las elecciones autonómicas de 2009 y antes, en según qué sitios, a las municipales y forales de 2007. El independentismo, el socialismo, el ecologismo, la desobediencia civil y una posición contraria a la globalización han sido sus señas de identidad.

El grupo parlamentario en la Cámara vasca, y en particular su portavoz, Aintzane Ezenarro, ha sido la cara visible de la política de Aralar en la comunidad autónoma, mucho más que la imagen de su jefe de filas, Patxi Zabaleta, por su ubicación en Navarra. Ezenarro le sacó chispas al único escaño en la legislatura anterior desde el Grupo Mixto y Aralar se aupó desde él hasta los cuatro que obtuvo en las elecciones de 2009.

Ezenarro y los otros dos parlamentarios opuestos a la convergencia con la izquierda abertzale, Mikel Basabe y Oxel Erostarbe, guardan silencio, tanto sobre sus posiciones, —aunque es vox populi que no secundan ese acercamiento— como respecto de sus planes personales y el futuro de sus escaños. Con ninguno de ellos fue posible hablar.

Sí tienen decidido terminar la legislatura, reafirmaron ayer a EL PAÍS fuentes próximas a los tres, pero no está claro si lo harán abandonando Aralar, como Aiztkorri y las juventudes Iratzarrri, lo que les convertiría en tránfugas, o, más probablemente, se mantendrán en las filas del partido desde su posición crítica y discrepante. Consideran que su compromiso es con quienes las votaron en 2009, es todo lo que se obtiene en su entorno inmediato, pero otras voces se preguntan si podrán soportar la presión del difícil trato que les dispensa “desde hace tiempo” la ejecutiva del partido.

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