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El edificio ourensano destinado a I+D+i funciona apenas como biblioteca

Presentado por la Xunta como "referente mundial", costó 4 millones de euros

Centro de investigación de la Universidade de Vigo en Ourense.
Centro de investigación de la Universidade de Vigo en Ourense.NACHO GÓMEZ

El 15 de septiembre de 2005, la Diputación de Ourense acogía la presentación del Centro de Investigación, Transferencia e Innovación (CITI) de la Universidade de Vigo. La bonanza económica que lucían las administraciones antes de la crisis permitió encauzar una inversión de algo más de 4 millones de euros para un edificio de 3.000 metros cuadrados que debía servir para aglutinar lo más granado de la investigación gallega. Y mundial, porque según el exconselleiro de Innovación del gobierno bipartito, Fernando Blanco, el centro se convertiría en "una referencia a nivel gallego y mundial".

 Aunque está íntimamente relacionado con la Universidad, acabó siendo construido a 10 kilómetros del campus ourensano, en una parcela del Parque Tecnológico de Galicia (Tecnópole). Baltar también aprovechó para subirse a la ola investigadora y la Diputación firmó un convenio de colaboración con la Universidad del sur para subvencionar proyectos de investigación en la pequeña empresa y fomentar así su encuentro con el CITI.

El centro se publicitó como un intermediario por potenciar el I+D+i en las empresas, mediante la creación de espacios de colaboración, con el desarrollo de proyectos conjuntos relacionados con la agroalimentación, la biotecnología o la energía. El propio día de la inauguración, Emilio Atrio, que era presidente del Consello Social de la Universidad, alertaba de que las "inversiones en investigación tienen un carácter coyuntural". Y en crisis, aún más, porque dos años y medio después de su inauguración, tiene un nivel de uso demasiado bajo. En sus 5.000 metros cuadrados hay 11 laboratorios con equipos asignados, pero solo tres tienen movimiento habitualmente.

Los laboratorios, perfectamente equipados, carecen de trabajadores

Durante los 60 minutos que el EL PAIS estuvo dentro de las instalaciones solo se cruzó con un investigador. La mayoría de laboratorios, perfectamente equipados y preparados para su uso, permanecían cerrados y sin trabajadores un día laboral a media mañana. En uno que sí tenía las luces encendidas se adivinaba la presencia de una persona. La planta piloto, que aglutina maquinaria para investigación, también estaba desierta. Los únicos usuarios de los caros artilugios de esa zona durante la mañana fueron un grupo de escolares que visitaba las instalaciones. Esa ala del CITI contiene maquinaria con precios que oscilan entre los 3.000 y los 30.000 euros y que, en algún caso es casi exclusiva ya que únicamente "existen unidades similares en tres o cuatro centros más en toda España", según uno de los técnicos. Equipar el edificio costó 600.000 euros.

El actual director, Xosé Antón Vila, asegura que la coyuntura económica no es la más adecuada, por lo que la anunciada relación entre investigadores y mundo empresarial hace aguas. Por eso recuerda que uno de sus principales objetivos es difundir las características de las instalaciones entre el sector empresarial. También matiza que el centro aún no está rematado. Recuerda que, por ejemplo, las instalaciones de alta seguridad microbiológica de un laboratorio aún están siendo ultimadas.

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El presupuesto del edificio para 2012 sufrió una caída del 15% y se ha quedado en los 283.000 euros, aunque la tijera se ha aplicado en capítulos que no están directamente relacionados con la promoción de proyectos. Los recortes sí que afectan al funcionamiento del centro a través de la reducción de las becas y contratados para investigación o de un convenio de fomento de proyectos con la Diputación ourensana que está todavía en el aire. "Yo pienso que el principal problema del CITI no es el presupuesto" insiste Vila.

Una de las principales causas del reducido uso pasa por los desplazamientos. "Tú pones aquí un laboratorio pero eso dificulta que los investigadores mantengan relación con la facultad" porque "queda lejos". Todos los grupos radicados en el CITI tienen espacios en sus centros así que evitan desplazarse hasta la Tecnópole. "Tienen laboratorios en el campus y prefieren quedarse allí", reconoce el director. Algunos investigadores admiten que el edificio casi no tiene uso y reconocen que sólo acuden a redactar proyectos a él utilizándolo "como si fuese una biblioteca" por la tranquilidad ya que "no hay ruido".

Cuando entró en funcionamiento, Lorenzo Pastrana, (director en 2009) mantenía que las instalaciones ya funcionaban "desde hacía meses" e insistía en que los equipos serían trasladados de un día para otro para "evitar el despilfarro".

La investigación —duramente atacada por los recortes presupuestarios— nunca es un despilfarro, pero cuando un edificio como este tiene un nivel de uso tan bajo, podría parecerlo.

Más fondos para personal

El centro, inaugurado en octubre de 2009 con el Gobierno de Feijóo aún de resaca tras la victoria electoral, logró grandes loas de los implicados. “Va a colocar a Ourense en un lugar vanguardista dentro de la investigación”, manifestaba el conselleiro de Educación, Jesús Vázquez. “Permitirá una mayor proyección de los resultados al tejido productivo gallego porque la empresa debe ver en la Universidad un socio tecnológico próximo y útil”, insistía Ricardo Capilla, director general de I+D.

El por aquel entonces rector de la universidad, Alberto Gago, insistía en que era una apuesta “muy importante” centrada en la investigación. Hasta José Luis Baltar estaba entonces encantado: “El tejido empresarial va a encontrar aquí equipos de investigación que resuelvan sus demandas y coloquen a Ourense en el mapa”.

Los laboratorios ocupan cuatro edificios cilíndricos unidos por una pasarela acristalada y la sala piloto otra construcción con forma de paralelepípedo. Sobre el papel se dedican a temas tan diversos como la biotecnología de los alimentos, microbiología o física aplicada.

El CITI reclama fondos y un aumento de personal para la oficina de proyectos, que se encargaría de mediar entre los investigadores y la Administración para asuntos tan capciosos como la captación de recursos. Ahora mismo el centro solo cuenta con un trabajador en esa oficina. “Queremos potenciar eso, pero con el personal que hay no se puede”, lamentan ahora la situación desde la dirección.

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