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Los Franco poseen dos esculturas del Pórtico de la Gloria desde hace 50 años

Las piezas fueron entregadas al dictador por el Ayuntamiento de Santiago

Imágenes de Abraham e Isaac que atesora la familia del exdictador Francisco Franco.
Imágenes de Abraham e Isaac que atesora la familia del exdictador Francisco Franco.

La historia de los bienes culturales acumulados por la familia Franco durante los 40 años que pervivió el régimen no acabó de escribirse con la apertura parcial del Pazo de Meirás. La asociación en defensa del patrimonio medieval gallego O Sorriso de Daniel añade un nuevo capítulo, al reclamar por carta a la hija del dictador, Carmen Franco Polo, que devuelva a la catedral de Santiago dos esculturas románicas ejecutadas por el taller del Mestre Mateo y que formaban parte de la fachada exterior que cubría el Pórtico de la Gloria.

Se trata de dos estatuas-columnas de finales del siglo XII y comienzos del XIII, esculpidas en el característico estilo expresivo del Mestre Mateo, y que pertenecían al mismo grupo que el David y el Salomón que hoy se sitúan en el pretil de la escalinata de la entrada occidental al templo. Se cree que representan a Abraham e Isaac, y estan relacionadas con otras dos de las que se conserva una cabeza y que también encarnaban en piedra a personajes del Antiguo Testamento. En la misiva, la entidad cultural expresa su rechazo a entrar en cuestiones políticas y en discusiones sobre la legitimidad de la posesión de las piezas. No obstante, pide que sean reintegradas a su lugar de origen, la basílica compostelana, para que puedan mostrarse en su museo junto al resto de un conjunto “creado como tal y durante cientos de años custodiado como tal”. En este sentido argumenta que “el patrimonio, siempre que sea posible” debe ser contemplado “en el entorno más inmediato” al de su creación. Sería, a su juicio, el remate ideal para conmemorar los 800 años desde la consagración del templo catedralicio.

Las tallas abandonaron su origen primigenio mucho antes de que Franco derrotase a la II República. La primera noticia llegó en 1933 de la mano de Fermín Bouza Brey, que las localizó en un pazo del Ulla, propiedad del conde de Ximonde. Según el historiador, un antecesor del aristócrata las había trasladado allí a finales del siglo XVIII. Ya con el régimen franquista asentado, el conde vende las piezas al Ayuntamiento de Santiago por 60.000 pesetas, con la única condición de que nunca saliesen de la ciudad. De lo contrario debía ser indemnizado con 400.000 pesetas. Las imágenes decoraron las escaleras del Pazo de Raxoi durante unos años. En 1961, en la exposición El arte románico —la madre de todas las muestras sobre este periodo artístico, con doble sede, en Santiago y Barcelona— las estatuas ya aparecen identificadas como propiedad de “Su excelencia el Jefe del Estado”, y provenientes del Pazo de Meirás. No hay ningún documento que acredite la donación, pero debió producirse durante una visita del Generalísimo al consistorio compostelano en fecha cercana a la exposición. El conde de Ximonde no cobró la indemnización estipulada. De la residencia veraniega pasaron a otra de sus propiedades, la Casa de Cornide, en A Coruña, también regalada por las autoridades municipales de la época y en la que todavía se conservan.

Fuentes de la Fundación Catedral de Santiago apuntan que no es la primera vez que se le pide a la familia Franco que restituya las piezas a su lugar original. Varias instituciones religiosas, públicas y privadas, lo intentaron en otras ocasiones, sin respuesta. La Fundación Nacional Francisco Franco confirma que ha recibido la carta, pero declina hacer comentarios, porque aún no se le ha podido hacer llegar la petición a su presidenta, Carmen Franco. Eso sí, las estatuas han sido expuestas al público al menos en otras dos ocasiones desde 1961, una en A Coruña, en 2008, y la última en Santiago el año pasado, en la muestra Dominus Iacobi. La Fundación Catedral de Santiago resalta las facilidades que dieron los propietarios para el préstamo. Entonces estuvieron en el Colexio de Fonseca de Santiago, a un paso de donde fueron colocadas hace ocho siglos.

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