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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El enemigo sabe álgebra

"El enemigo sabe álgebra, al contrario que un régimen empeñado en exhibir sus ideales a base de desencajonar antidisturbios que a su vez intentaban ocultar las limitaciones cognitivas entre arsenal y pertrechos"

Hablar de primavera valenciana donde impera un invierno glaciar en calidad democrática, por no insistir en los índices de corrupción, saqueo de las finanzas, quiebra patrimonial y voladura de toda clase de servicios públicos, puede parecer excesivo. Equinoccio aparte, de la primavera solo queda una partitura de Vivaldi y las ocasionales soflamas hormonales que prenden al sur del ombligo. Dios salve a la Reina, que cantaban los Sex Pistols. Los acontecimientos vividos a propósito del castigo infligido por la policía contra los bachilleres de Valencia, que impugnaban en la calle las estrecheces que sufren para salvar la banca y otras partidas de bandolerismo más o menos institucional, han dejado evidencias imposibles de disimular con el quitamanchas oficial y sus disolventes cavernarios. El álbum de fotos y su impacto planetario es tan elocuente como imborrable. Y la colección de testimonios con esa franqueza a pie de calle y sin adulterar revela, junto con las cicatrices y cardenales, la consistencia de unos discursos bastante más sólidos que las truculencias improvisadas por un catálogo de autoridades que nadie compraría en un colmado taiwanés. El enemigo sabe álgebra, al contrario que un régimen empeñado en exhibir sus ideales a base de desencajonar antidisturbios que a su vez intentaban ocultar las limitaciones cognitivas entre arsenal y pertrechos. Para justificar tanta violencia instrumental tres ministros de Rajoy no dudaron en ponerse en ridículo. Al presidente de la Generalitat le pespuntó un discurso, ahora sí, el enemigo. Y hasta Rita Barberá vociferó ante la invasión de radicales y violentos, porque sin duda los había visto. Ver para creer. Debería cambiar de marca. De infusión, digo. Desde aquellos porros con música de Pink Floyd para despegar, que uno había olvidado cómo viajar al otro lado de la realidad. Enajenados, nos hemos perdido cómo las pirañas estudiantiles mordían los chalecos blindados, erosionaban las porras con sus cabezas y extremidades, y hasta se tiraban en plancha contra los vehículos aparcados. Cosas del enemigo.

Pierdan la esperanza cuantos esperen escarmientos del anunciado expediente sobre excesos policiales. Terminará como pólvora mojada, nunca mejor dicho. Pero cualquier día, en pago a los servicios prestados, la gobernadora Sánchez de León será emplazada en un convento de clausura y el aguerrido jefe de policía Antonio Moreno entrenará comandos en Zimbabue, en virtud del convenio para estrechar nuestros tradicionales lazos de amistad y cooperación. Entre tanto, la misma doctrina del Tribunal Supremo por la que se ajustició al juez Garzón, puede inhabilitar a otros prevaricadores: ¿qué medios emplearon los responsables de tanto estropicio para garantizar los derechos constitucionales de expresión y manifestación a los apaleados estudiantes? He aquí una prometedora demanda para ser admitida a trámite.

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