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El olivar de altura, enemigo del suelo

Un estudio une el cultivo de la aceituna a la erosión de suelo fértil

Cuando, hace ahora dos años, las intensas lluvias —ahora añoradas— provocaron el desbordamiento del Guadalquivir, buena parte del lodo que cubrió las calles y anegó bajos y viviendas llegaba de zonas alejadas de los núcleos de población. El barro provenía en buena medida de zonas de olivar de altura erosionadas por el laboreo intenso y el uso de herbicidas que matan la cobertura vegetal, elemento vital para afianzar el terreno.

Este fenómeno erosivo, que se manifiesta con toda su crudeza en época de fuertes precipitaciones y riadas, era conocido de manera informal. No ha sido hasta ahora cuando, gracias a un estudio conjunto realizado por el Instituto de Agricultura Sostenible, vinculado al Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), y la Universidad Pablo de Olavide (UPO), se ha conseguido medir históricamente la pérdida de suelo en el olivar de altura andaluz. Las conclusiones alcanzadas no dejan de sorprender. El ritmo de erosión ya era insostenible hace 250 años.

La característica del estudio es doble, ambiental e histórica. Por un lado, el método de trabajo ha compaginado las medidas experimentales sobre el terreno para analizar la erosión acumulada y los distintos modelos erosivos que se dan. Por otro lado, se ha acudido a los archivos para buscar las fuentes historiográficas que expliquen la situación concreta de hace dos siglos. Como referencia, los investigadores —dirigidos por los doctores José Alfonso Gómez Calero (CSIC) y Manuel González de Molina (UPO)— usaron varios olivares de la zona de Montefrío, en Granada. En ellos han estudiado cómo los distintos manejos del suelo han evolucionado y han podido influir en la pérdida del terreno.

El informe pone en duda que la gestión tradicional del olivar de montaña evitasela erosión. Loscientíficos concluyen que ya en los siglos XVIII y XIX los agricultores conocían los problemas que ocasionaba manejar el olivar mediante el laboreo con animales. Los campos perdían suelo fértil a una velocidad elevada, entre 13 y 31 toneladas por hectárea y año. A semejante ritmo, el cultivo era difícilmente sostenible, pues superaba las tasas de formación del suelo. Pero la erosión aumentó extraordinariamente a partir de la década de 1980, debido a la intensificación del cultivo que trajo la mecanización.

A este ritmo, es posible que no tengamos suelo para los próximos 250 años
Tom Vanwalleghem

Aunque los datos varían según diversos factores, como la pendiente donde se encuentran los olivos y la época en que estos produjeron aceituna, los encargados del estudio calculan que se ha perdido un promedio de entre 29 y 47 toneladas de suelo por hectárea y año. Pero a un ritmo distinto. En los ocho periodos que se han distinguido entre 1752 y 2009, destacan dos. Primero el de la “gran erosión” entre 1980 y2000, acausa del uso de herbicidas que mata las malas hierbas —las mismas que agarran al suelo—, unido al manejo cada vez más intensivo del cultivo. “Este periodo contrasta con otro más benigno, entre 1935 y 1970, en el que parte de los suelos del olivar convivieron con la plantación de cereales, ante la demanda de producción durante el régimen de autarquía impuesto por el dictador Francisco Franco. Ello evitaba que se perdiesen horizontes de suelo”, destaca Tom Vanwalleghem, uno de los investigadores.

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A pesar de que la zona estudiada en Granada ha perdido, en términos relativos, entre el 29% y el 40% del total del suelo fértil, la productividad del olivar no ha sido afectada. Ello se debe, apuntan los investigadores, a la mejora de los técnicas agronómicas. “Pero a este ritmo, es posible que no tengamos suelo para los próximos 250 años”, vaticina Vanwalleghem.

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