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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Pasado y porvenir del PSOE

TOMÁS ONDARRA

El ya longevo Partido Socialista Obrero Español tiene tras de sí una historia plagada de crisis y convulsiones que ha sabido resolver, y de las cuales en algunas ocasiones ha salido fortalecido. Después de las elecciones del pasado mayo, en las que el partido socialista perdió casi todo su poder autonómico y municipal, le decía yo a mi amigo Julio Astudillo, socialista de los de antes, que el partido las ha visto de todos colores y de todas ha salido. Hoy, tras las elecciones generales de noviembre, y sobre todo, tras el congreso de Sevilla, no se si volvería a decirle lo mismo.

En la década de los veinte del pasado siglo, el partido socialista solucionó su primera crisis grave, la de los terceristas, partidarios de incluir al partido en la III Internacional. Lo solucionó como sesenta años más tarde arregló la crisis que supuso el abandono del marxismo. Simplemente convocó y celebró congresos hasta que ganaron las tesis que tenían que ganar. Cuando a la tercera vez ganó la posición de mantener el partido en la II Internacional, se produjo la primera gran escisión que dio lugar al que ha sido el enemigo mayor del partido socialista: el PCE.

El partido socialista sobrevivió a la revolución de Asturias de 1934 y a la detención, condena y exilio de todos sus cuadros. Sobrevivió a la dura derrota electoral de 1933 y, sobre todo, a la Guerra Civil, a la represión y a los años de franquismo con una estrategia muy distinta a la de susex compañeros del PCE. Mientras unos ponían los muertos y presos, los otros hibernaban como el oso sin asomar la cabeza hasta que pasará el invierno. Cuando comenzaba el deshielo y el hecho biológico —así se llamaba entonces a la muerte del general— se hallaba próximo, Alfonso Guerra fue invitado al congreso del SPD en Bad Godesberg y descubrió dónde estaba el sitio del PSOE, y dónde estaban los marcos necesarios para volver a ser la fuerza hegemónica en la izquierda en las elecciones de 1977.

Los tiempos han desbordado al PSOE y, en general, a la izquierda

La crisis de 1978 tuvo una doble consecuencia, de las cuales la segunda es aún más importante que la primera. En el XXVIII Congreso la ponencia política de la dirección contenía el abandono del marxismo como referente ideológico del partido socialista. Derrotada la ponencia, Felipe González y Alfonso Guerra presentaron su dimisión y se nombró una gestora que se vio obligada a convocar el que dentro del partido, se llamó el XXVIII bis. En esta ocasión triunfó la ponencia partidaria del abandono del marxismo, el famoso “hay que ser socialista antes que marxista” y el tándem Guerra-González recuperó el poder dentro del partido, dejando ya debilitada definitivamente a la corriente Izquierda Socialista de Pablo Castellano y Gómez Llorente.

De este proceso resultó una consecuencia que se ha insertado ya en el ADN del partido y que es, a mi juicio, responsable de la crisis actual del partido socialista y que hace muy difícil, esta vez, la recuperación. La consecuencia no es otra que el abandono del carácter colegiado de la dirección, en todos los niveles. A partir de entonces, el secretario general deja de ser primus inter pares para convertirse en el referente político y organizativo de la organización que impone sus criterios y no debe ser contestado.

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El ejemplo de lo anterior se ha puesto muy a las claras en el Congreso de Sevilla, en el que sin una oposición representativa fue aprobado el informe de gestión. ¿Cómo es posible considerar positiva una gestión que suponía dejar el poder dejando el país en medio de una crisis galopante, cifras de pobreza más que alarmantes, por no hablar de las cifras de desempleo? La gestión, además, supuso dejar el partido con los peores resultados desde 1923, perdiendo unos cuatro millones de votos y dejando al Partido Popular con un poder autonómico y municipal hasta ahora desconocido. Dos autonomías siguen en manos socialistas, pero la previsión es que lo estén muy en precario y por poco tiempo. Andalucía celebrará sus elecciones el próximo mes de Marzo y se prevé una victoria popular tras más de treinta años de poder socialista en aquella comunidad. Euskadi, cuyas elecciones están previstas para 2013, parece que las celebrará bastante antes. El partido socialista no puede conservar el poder y acudirá a las elecciones autonómicas con el único objetivo de evitar la debacle. La dirección saliente deja al partido a veintitrés puntos de distancia del Partido Popular. Este es el resultado de la gestión que fue aprobada.

¿Por qué se aprobó esta gestión? Muy sencillo. Porque los delegados del congreso eran los que en sus territorios llevaron a cabo la gestión cuya aprobación se sometía. A partir de aquí parece difícil el cambio de rumbo que pueda parar la caída libre. No basta con aprovechar movimientos sociales y cargas de la policía. Se hace preciso lo que el partido socialista no puede hacer, que es liderar esos movimientos y abrir los frentes precisos contra la neoderecha que se ha impuesto. Pero el partido socialista no tiene credibilidad para ello, menos aún después del congreso, y no le basta con hacer lo que algunos han definido como el único ámbito de actuación de la izquierda europea: defender y apoyar los derechos civiles con el único objetivo en lo social y lo económico que es gestionar lo que hay.

A partir de aquí es imposible pensar en otro futuro que la caída paulatina de apreciación entre los sectores de la izquierda y convertirse en un partido no hegemónico en la izquierda, lo que a la larga me lleva a pensar que no puedo animar al amigo Astudillo, porque los tiempos han desbordado al partido socialista y, en general, a la izquierda, y todavía estamos a la espera de respuestas que ni han llegado ni se esperan de la izquierda tradicional.

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