_
_
_
_
_

Los testigos desmontan las tesis de la acusada por el ‘crimen perfecto’

El rastreo del móvil sitúa a 'Angie' en el escenario del crimen

Jesús García Bueno
La acusada observa su imagen con peluca en un momento del juicio.
La acusada observa su imagen con peluca en un momento del juicio.

Los testigos que declararon el martes en el juicio por el crimen perfecto echaron por tierra las coartadas de la acusada, María Ángeles Molina. La mujer afronta una petición de 24 años de cárcel por suplantar la identidad de su amiga Ana María Páez y asesinarla para cobrar préstamos y seguros de vida que había contratado a su nombre. Seis trabajadores de entidades bancarias y compañías de seguros identificaron a Molina como la persona que, en poder del DNI de su amiga y ataviada con una peluca, contrató esos servicios.

La acusada, conocida como Angie, firmó los contratos con total impunidad durante dos años sin que los empleados se dieran cuenta de que no era la misma persona que aparecía en el carnet de identidad. Ocurre que, en “muchísimas ocasiones”, según declaró uno de las testigos, el parecido entre la persona física y su foto de carnet es relativo.

La abogada de Angie afeó a los trabajadores su escasa diligencia y se aferró a la declaración, discordante, de uno de los siete empleados que pasaron por la Audiencia de Barcelona. Una mujer afirmó que fue Páez quien acudió a contratar un fondo de inversión de 6.000 euros acompañada por un hombre “moreno y de pelo rizado”.

Esos rasgos coinciden con uno de los gigolós “morenos y sudamericanos” a quienes Angie contrató para que eyacularan en un bote de plástico. Tras asfixiar a Páez con una bolsa de plástico, impregnó ese esperma en la vagina y la boca de su víctima para apuntar a un móvil sexual y confundir a los Mossos d’Esquadra. La descripción del joven que se masturbó frente a la acusada la dio el encargado del local American Gigoló, otro de los testigos.

El responsable del local también identificó sin dudarlo a la acusada como la mujer que contrató por 200 euros a los chicos para un servicio que “no era habitual”. La acusada, que también acudió allí con peluca —dice que la usaba para “juegos sexuales”, y no para suplantar a Páez— le explicó que “había hecho una apuesta con unas amigas de que estaría con un gigoló” y necesitaba una prueba. El hombre está fuera de España y no ha podido ser localizado.

El responsable de un local de gigolós también identificó sin dudarlo a la acusada
Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Los hechos ocurrieron el 19 de febrero de 2008 en un apartamento de Gràcia. En el primer día de juicio, Angie explicó que ese día viajó a Zaragoza para recoger las cenizas de su madre —que había muerto un año antes— y regresó por la tarde a Barcelona. Por la noche, cuando ocurrió el crimen, buscó un regalo de cumpleaños para su marido, compró yogures en un supermercado y se fue a casa.

Pero los agentes que participaron en la investigación desmontaron su coartada. El rastreo del móvil de Angie la situaba, a las nueve de la noche de ese día, a 300 metros del apartamento donde, horas después, la señora de la limpieza halló el cadáver desnudo de Páez. La expareja de la acusada —que entregó a la policía los documentos originales de la víctima, que Angie había escondido en la cisterna de su piso— afirmó que llegó a casa “nerviosa” alrededor de las 22.30 horas.

Las cartas que los bancos enviaron con el nombre de Páez al domicilio de Molina fueron la primera pista de la policía, que, tras detener a Angie, registró su piso y halló un bote de cloroformo que había usado, supuestamente, para dormir a la víctima antes de asesinarla. El frasco, sin embargo, estaba cerrado y sin usar, detallaron los agentes.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Jesús García Bueno
Periodista especializado en información judicial. Ha desarrollado su carrera en la redacción de Barcelona, donde ha cubierto escándalos de corrupción y el procés. Licenciado por la UAB, ha sido profesor universitario. Ha colaborado en el programa 'Salvados' y como investigador en el documental '800 metros' de Netflix, sobre los atentados del 17-A.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_