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JOSELE SANTIAGO

"Al futuro solo le pido la jubilación"

El músico madrileño afincado en Cataluña presenta su último trabajo

Josele Santiago.
Josele Santiago.Fernando Díaz

Escuchar las canciones de Josele Santiago (Madrid, 1965) evoca palabra antigua, sabiduría con boina, retranca de tasca y en consecuencia una buena parte de ese paisanaje tan bien retratado por Delibes. El que fue líder de Los Enemigos y parte del ecosistema de Malasaña vive ahora en Castelldefels, donde le desembarcó el amor por una catalana. Ayer presentó en la sala Apolo su cuarto disco en solitario, Lecciones de vértigo, título rescatado de una dedicatoria de Roberto Bolaño y prueba de la inquietud literaria de un madrileño criado en Guadalajara, vinculado emocionalmente a Galicia y ahora residente en Cataluña.

Pregunta. ¿Tenía alguna idea preestablecida sobre Cataluña?

Respuesta. Lo que había leído de Pla, que me parece un señor muy realista, y mis recuerdos de venir a hacer promoción en los ochenta, cuando toda la prensa musical estaba aquí. Desde que estoy en Castelldefels no me atrae Barcelona, porque solo voy a la zona japonesa, la de los turistas, que es donde trabaja mi mujer. La Barcelona que me atrae es la preolímpica, la de las pensiones baratas, el trasiego de personajes de barrio, la lumpen. Siempre ha sido una ciudad más tranquila que Madrid. Eso sí, aquí no se tiran bien las cañas.

P. ¿Cómo es su vida en Castelldefels?

R. Ahora soy huraño, de hurón. Estudio guitarra, trabajo en canciones a ritmo de ocho malas por una que doy por buena, paseo por la playa, voy a buscar a mi mujer al trabajo y leo.

P. ¿Cree que hay algún escritor que le haya influido en su forma de escribir canciones?

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R. Supongo que muchos, pero no sabría decirlo. Bueno, sí, fusilé al John Fante del relato Perro idiota en la canción Bernardo, y es que tuve un perro bastante idiota. Escribir sobre grandes temas es relativamente fácil, lo complicado es escribir sobre cosas pequeñas, tener la facilidad de Ray Davies, capaz de escribir sobre cualquier cosa. Me gusta disminuir la grandiosidad del objeto.

P. ¿No le atrae la épica?

R. Nada, la épica me sienta mal. Siempre que me pongo épico me sale mal, huyo de ella como de la peste. Prefiero escribir en pequeño sobre temas grandes como la muerte en Vuelo de volar, tema que nació en un avión, o Antonio, canción que escribí en Los Enemigos dedicada al cantante cuando murió. Quería acercarme a la muerte de una manera cercana, sin dramatismo. En esta pieza hablo sobre él como si estuviésemos tomando unas cañas.

P. ¿Es esa la razón por la que escribe canciones, para desdramatizar la vida?

R. No lo sé, la verdad es que no sé por qué hago canciones. Simplemente veo algo y se me ocurre una canción. No veo una casa y se me ocurre repintarla, sino hacer una canción sobre ella.

P. ¿Y cómo es que un artefacto tan sencillo como una canción puede trascender?

R. Me gusta cómo el formato canción sintetiza las cosas, cómo va al grano, a la esencia. Creo que por eso trascienden o pueden trascender. Puede la síntesis, no hay detalles que distraigan, que hagan perder el hilo. En la novela romántica, por ejemplo, hay recursos que te sitúan en el contexto, hay convenciones que te hacen pensar que sabes que leerás, aunque luego no siempre encuentres lo esperado. En una cosa tan sintética como una canción no hay espacio para la retórica.

P. Como muchos otros grupos, Los Enemigos se han vuelto a reunir para ofrecer una serie de conciertos, ¿lo vive como un paso atrás en su carrera?

R. En el plano teórico sí llegué a considerar la vuelta de Los Enemigos como un paso atrás. Pero ahora que veo que el repertorio es vigente, que nos entendemos bien y que mantenemos la tensión, ya me da igual. Si hubiese sido volver para hacer unos bolos malos, no habría vuelto. No oculto que la primera idea fue el dinero, pero ahora lo vivo de una manera muy lúdica. Estando vivos no entiendo por qué aparcar ese repertorio.

P. Usted ha dejado las drogas, el alcohol e incluso el tabaco. Ha venido a Castelldefels por amor, pero también huyendo de Madrid y de la dinámica de los bares. ¿No ha perdido un referente creativo como la tasca, tan unido a su relato?

R. No se pierde enfoque al dejar los bares. Yo pensaba que no me iba a enterar de lo que pasa, que me iba a perder. Creo que era una conjetura. Ahora me aburro en los bares, no pasa nada. Antes pensaba que todo pasaba en los bares, ahora creo que en los bares solo pasa lo que pasa por la puerta o lo que ponen en la tele. En realidad lo que buscas en los bares es ponerte hasta las trancas. Es cierto que para mí han sido un espacio muy potente. En los bares he escrito multitud de canciones, pero dejar los bares no ha tenido ninguna consecuencia en el plano compositivo.

P. ¿Qué le pide al futuro?.

R. La jubilación, y no es broma. Me preocupa de verdad cómo ganarse la vida una vez que alcanzas la vejez.

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