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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El futuro en Latinoamérica

Podemos aprender de Latinoamérica su voluntad de hacer de la superación de sus carencias el potencial para su futuro

 A pesar de los problemas de desigualdad, pobreza y corrupción, la mayoría de los países latinoamericanos están en una fase de desarrollo. La economía de países como Brasil, Argentina, Chile, Perú o México sigue creciendo. Y por primera vez en la historia, en bastantes de estos países gobiernan partidos progresistas, algunos de tendencia populista y otros, como en Uruguay y Brasil, con presidentes que pertenecieron a la izquierda radical.

Y es que los ciclos de auge en Europa no se han correspondido con los de Latinoamérica. Países como Colombia, México o Argentina se modernizaron cuando Europa estaba en la crisis de la II Guerra Mundial y la posguerra. Cuando, en los años ochenta, Estados Unidos, Europa y Japón acumularon capital, lo invirtieron para dominar e hipotecar con la deuda a toda Sudamérica. América Latina, exceptuando algún país centroamericano, vuelve a crecer cuando Europa está en crisis; Estados Unidos, llena de problemas, no puede seguir entrometiéndose en el resto de América, y China ha apuntalado inversiones importando materia prima y exportando manufactura.

Un país excepcional en tamaño y transformación como Brasil, rico en materias primas, ha potenciado, con su desarrollo, el surgimiento de una nueva clase media urbana. Aunque siga la división entre los ricos, que viven en sus fortalezas de urbanizaciones cerradas, y los pobres, en inmensas alfombras de favelas, se está haciendo un esfuerzo titánico para reducir estas diferencias, que son de las más escandalosas del planeta. Brasil, con sucesivos Gobiernos progresistas, ha inventado un propio modelo económico, capitalista neoliberal y, a la vez, con fuertes políticas sociales. El reto, en este Brasil consumista y desarrollista, está en mejorar la educación, para aguantar bien cuando la economía se estanque.

Ecuador, tras la estela de Brasil, tiene una de las legislaciones más avanzadas, en la que se tienen en cuenta, por primera vez, los derechos de la naturaleza. En Argentina, la corrupción y el clientelismo peronista siguen dominando, pero la novedad es que hay inversiones en las provincias como no había habido en décadas. En México, habituados a los asesinatos cotidianos en manos del narcotráfico, la vida continúa con un fuerte movimiento de dinero y con un sector inmobiliario potentísimo, y la ciudad de México ha mejorado de manera evidente la calidad de su espacio público, los equipamientos y la seguridad.

Lo que está faltando son buenas políticas de vivienda. En esto no están sabiendo aprender de los logros de la socialdemocracia europea

Muchos de estos países han dado ya lecciones de buena gestión urbana. Más allá del emblema desarrollista de Brasilia, hay muchos modelos: Curitiba, capital ecológica, y Río de Janeiro, con los programas Rio cidade y Favela bairro, en Brasil; la provincia de Santa Fe en Argentina, con un urbanismo participativo gestionado por el Partido Socialista y ensayado en Rosario; Medellín y Bogotá, transformadas y mejoradas con el paulatino relevo de cualificadas políticas urbanas…

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Ciertamente, lo que está faltando son buenas políticas de vivienda. En esto no están sabiendo aprender de los logros de la socialdemocracia europea. Hay excepciones, de nuevo en Brasil, con los programas Morar carioca en Río y la política de realojo de las favelas de São Paulo, que se aprovecha para mejorar infraestructuras, equipamientos y espacios públicos. Pero, desgraciadamente, lo que predomina en Latinoamérica es el modelo inventado por la dictadura de Pinochet en Chile, de subsidio a las personas, que se desentiende del control de calidad y lo deja todo en manos de los lobbies inmobiliarios. Un modelo nefasto que se ha extendido por el territorio mexicano con terribles e inmensos barrios de casas todas iguales y sin ningún equipamiento; que se aplica en Perú e incluso en el demagógico programa brasileño de Mia casa, mia vida.

Muchos países latinoamericanos están en una fase optimista envidiable y para aprovechar esta oportunidad la clave está en que esta riqueza se distribuya, invirtiendo en políticas de vivienda, en equipamientos e infraestructuras, en educación y cultura, para reforzar la cohesión social. Y los europeos podemos aprender de ellos su voluntad de mejorar, de afrontar los aprietos, de hacer de la superación de tantas carencias el potencial para su futuro.

Josep Maria Montaner es arquitecto.

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