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CRÍTICA / TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Handke a mano

Una pandilla de intérpretes de primera, los 'ocho de Pasqual', magníficos

Eduard Fernández, en Quitt.
Eduard Fernández, en Quitt. ROS RIBAS

Handke no es fácil. Su preocupación por el lenguaje le lleva a huir de lo convencional, de lo que ya ha perdido todo significado, de lo que considera insustancial, y hacia la búsqueda de un lenguaje en el que las cosas puedan recuperar su pureza. Su teatro de corriente posmoderna se carga las convenciones de los personajes y de todos los elementos que tradicionalmente lo constituyen.

Die Unvermünftigen sterben aus (Los irresponsables están en vías de extinción, subtítulo aquí de la pieza,) escrita en 1973, es, como indica Lluís Pasqual, un poema largo que parece una obra de teatro y que aparenta incluso tener un argumento, pero que en realidad no deja de ser un poema por cuyos rincones resulta muy fácil perderse. Las situaciones teatrales, la idea de personaje, la de intérprete, están ahí, pero hechas añicos. Es una pieza rara, algo densa, muy lúcida, cuya lectura pide volver hacia atrás constantemente.

Herman Quitt es el propietario de un grupo de empresas que pasa por una crisis personal; se reúne con los otros empresarios del grupo y les propone la creación de un holding para dominar el mercado y eliminar a los competidores, todo ello respetando una serie de acuerdos. Al cabo de un tiempo, los empresarios descubren que Quitt se ha pasado los acuerdos por el forro y que son ellos los competidores eliminados y a un paso de la ruina. Este viene a ser el delgado hilo argumental de la pieza.

QUITT. ELS IRRESPONSABLES SÓN EN VIES D'EXTINCIÓ

De Peter Handke. Traducción: Feliu Formosa. Dirección: Lluís Pasqual. Intérpretes: Andreu Benito, Jordi Boixaderas, Jordi Bosch, Eduard Fernández. Míriam Iscla, Lluís Marco, Marta Marco, Boris Ruiz. Escenografía: Paco Azorín. Vestuario: Isidre Prunés. Iluminación: Xavi Clot. Música: Josep Maria Arrizabalaga. Sonido: Igor Pinto.

Teatre Lliure de Montjuïc. Barcelona, 26 de enero

Y para lo rara que resulta la exposición de la trama y lo largo del conjunto, Lluís Pasqual ha conseguido que este se entienda perfectamente y se nos haga ameno e incluso divertido. Se sirve de pelucas y llamativos trajes setenteros para vestir a los empresarios más importantes del grupo en la reunión de la primera parte (la aparición de Andreu Benito, Jordi Bosch y Lluís Marco, disfrazados e irreconocibles, es tronchante, como lo es también el pequeño accionista que interpreta Boris Ruiz); de un blues original de Ricard Gili (La Locomotora Negra) que pone en boca y manos de un Eduard Fernández (un Quitt multidimensional) a lo crooner desde el piano de cola; de una disposición escenográfica muy atractiva, como el pertinente abismo que se abre en la segunda parte y que sitúa a Quitt en la cima del mundo, y de una pandilla de intérpretes de primera, los 1001 ocho de Pasqual, magníficos todos y todas (Marta Marco es una mezcla de Sharon Stone en Casino y de Marisa Paredes en los Goya del año pasado, y Míriam Iscla tira más hacia Mónica Randall) que hacen a Handke accesible.

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