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Cuatro noches, cuatro discos

Lori Meyers se homenajea con un concierto diario dedicado a los álbumes que sustentan su historia

El grupo granadino Lori Meyers.
El grupo granadino Lori Meyers.

Estaba Noni acatarrado a una semana justa del maratón de Lori Meyers en Madrid. “En medio de los ensayos me ha dado de frente un constipao granaíno. Y ahí vamos tirando”, dice al otro lado del teléfono el vocalista del grupo. Aun así se le escucha animado y energético describiendo lo que pondrán en marcha a partir del miércoles en Joy Eslava: cuatro conciertos consecutivos, cada uno dedicado en orden cronológico a los cuatro álbumes que han publicado. El 1 de febrero, Viaje de estudios (2004); el 2, Hostal Pimodan (2005); el 3, Cronolanea (2008), y el 4, Cuando el destino nos alcance (2010).

“Es una cosa que hicieron en Nueva York con Nada Surf. Nos lo contaron y nos flipó la idea”, explica. Se trata de ser estrictos. Que cada noche únicamente se toque un disco dejando para el último tramo del concierto las sorpresas. “Hay muchas caras B y canciones que no se han tocado en directo. Eso quedará para el final. Y los invitados: Iván Ferreiro o Supersubmarina”.

La historia de Lori Meyers es la del indie de éxito. Pop español, entendido como un estilo, realizado por una banda decidida a tirar para adelante pasase lo que pasase. “Éramos un grupito de Granada. Decían que sonábamos como los hermanos pequeños de Los Planetas y era verdad. El otro día rescatamos una maqueta y hay un tema que es un plagio descarado”. Por eso asombra que no les dé vergüenza retomar Viaje de estudios siete años después. Un disco que es un debut de los de manual. Tan apasionado y directo como deudor de Los Planetas. “En el disco nos olvidamos del bajo y ahora, con eso, suena de puta madre. Lo que más recuerdo es el mail. ‘Hola soy Jaime, del sello Houston Party, y queríamos grabaros un disco’. Lo imprimí y me lo llevé de bares”. Lo produjo un primer espada como Mac McCaughan, entonces el cantante de Superchunk y ahora dueño del sello Merge, que descubrió a Arcade Fire. Desde aquello hasta el concierto en el escenario grande del FIB 2011 ante 20.000 personas han pasado siete años.

Tras una década, la de los noventa, en que todo el que no contase con el respaldo de una multinacional tenía que optar sí o sí por el amateurismo, Lori Meyers se atrevieron con el camino de la profesionalización autónoma. Como el licenciado en Empresariales que abre una asesoría. Una ruta que a un puñado de bandas (Sunday Drivers, Vetusta Morla o Love of Lesbian), les ha funcionado. La misma por la que ahora se encaminan The New Raemon y que ha permitido a veteranos como Sr Chinarro o Fernando Alfaro vivir un momento mucho más dulce.

Su relación con la compañía que les envió el mail se torció en su segundo disco. Hostal Pimodan tuvo una existencia azarosa, que incluye un doble lanzamiento. “Nos peleamos con el mánager, fue terrible”. El disco salió en octubre de 2005 con una portada distinta a la que el grupo había pensado y otra vez en abril de 2006, con los problemas ya resueltos. Esta vez en La Incubadora, una filial de Universal pensada para desarrollar nuevos proyectos españoles con paciencia y que duró lo que suelen durar estas ideas: el tiempo que tarda en aparecer la siguiente. “Y aun así, es el que mejores críticas tuvo”.

Para el tercero, Cronolanea, su base de fans había crecido, y aquel álbum grabado en 2007, con la producción del batería de Wilco, Ken Coomer, fue el que definitivamente les situó en el mapa. “Lo hicimos en Motril, en un chalé. Nos encanta cómo suena”. Dos de las canciones del álbum son aún las más populares de la banda. Luciérnagas y mariposas y Luces de neón.

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Su último disco hasta ahora es el de la polémica “Solo al principio. Al final lo hemos superado”. Se fueron a grabarlo a Los Ángeles con Sebastian Krys, un productor vinculado a la facción comercial del pop. “Teníamos un contrato de mayores con la compañía y no quería discusiones con ellos, porque el material era distinto. Y ya iba asustado. Pero al final salió bien. No puedo estar más contento”, concluye Noni. De los cuatro conciertos, es justo el dedicado al último disco el que antes ha agotado las entradas.

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