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Del aria al ‘swing’

El bajo de ópera Stefano Palatchi debuta en Luz de Gas como ‘crooner’ junto con Laura Simó

Laura Simó y Estefano Palatchi, durante su actuación en Luz de Gas.
Laura Simó y Estefano Palatchi, durante su actuación en Luz de Gas.JORGE ANDREU

Con una versión de Sixteen tons, una canción que brilla cuando es interpretada por una voz masculina grave y poderosa, el bajo barcelonés Stefano Palatchi inauguró oficialmente en la noche del martes, en el escenario de Luz de Gas, en Barcelona, su carrera como crooner.

Tras más de 25 años dedicado a la ópera, Palatchi, que no piensa en modo alguno en dejar los escenarios operísticos y que esta misma temporada regresará al Liceo con Aida, abre un nuevo ámbito en su carrera que le permite dedicarse a una de sus pasiones: el repertorio de los grandes crooners, las canciones que hicieron famosas cantantes como Frank Sinatra o Tony Bennett, artistas por los que siente admiración.

Acompañado por el competente trío que lidera desde el piano Francesc Capella, Palatchi estuvo arropado en su debut por la cantante Laura Simó, a quien él se refirió siempre como su “maestra”.

A solo y en dúo, Palatchi y Simó presentaron en su espectáculo, que recibe el oportuno título de PalatchiSimo, conocidos estándares de Gershwin, Porter, Ellington y otros autores, The shadow of your smile, Fly me to the moon, Lady is a tramp, That old black magic y A foggy day, entre ellos.

Laura Simó, curtida en asuntos jazzísticos, arriesgó más en el ritmo que Palatchi, exhibió más 'swing'

Simó, curtida en asuntos jazzísticos, arriesgó más en el ritmo, exhibió más swing y ofreció, por ejemplo, una versión chispeante, secundada con complicidad desde el piano por Francesc Capella, de la espléndida My favourite things, que rescató de la ñoñería congénita que la afecta, pues procede del musical, también él encantadoramente ñoño, The sound of music (Sonrisas y lágrimas). Nostalgia químicamente pura.

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Palatchi aún está un poco verde como crooner. Acostumbrado a los grandes espacios de los escenarios y las salas operísticas, no domina del todo distancias cortas como la de Luz de Gas y aún ha de encontrar su estilo propio tanto en el movimiento como en la actitud. Musicalmente, sin embargo, está sensacional y solo necesita algunas horas de vuelo más para lanzarse sin reservas por los toboganes del swing. Vocalmente el poderoso bajo no comete los típicos errores de impostación y engolamiento de los cantantes de ópera, acostumbrados al canto “a pulmón libre”, cuando se plantan ante un micrófono. Palatchi se acerca bien al micrófono, lo ama y sabe cómo hay que cantarle.

Esta ampliación de horizontes de Stefano Palatchi parece realmente muy prometedora.

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